Jueves de la 2da. semana de cuaresma 2018

En la edad media se esperaba que los católicos se abstuvieran de comer carne y productos lácteos así como de tener sexo durante la cuaresma. La moral sexual de la tradición judía tiene ideas muy diferentes sobre la ascética sexual. (Sigue leyendo).

El judaísmo tiene una actitud más celebrativa hacia la sexualidad, la cual se refleja en ver el Shabbat como el día en que se espera que las parejas casadas tengan sexo. Las actitudes hacia el sexo están culturalmente condicionadas.

El sexo es un tema muy delicado y difícil de regular porque está entrelazado con nuestra necesidad de amor y nuestro sentido de la belleza. Bede Griffiths pensaba que era igualmente peligroso dar expresión irrestricta a nuestra energía sexual que reprimirla. La única solución, él decía, era verlo como una energía sagrada, como lo han hecho las grandes tradiciones espirituales, capaz de transformarnos si la manejamos bien. Pero ¿cómo?

Cualquier tipo de amor, de acuerdo a santo Tomás de Aquino, es una “participación” en el amor divino; aquí la teología es hermosa e integral. El eros es divino, pertenece a la vida de Dios, es un aspecto y manifestación en todo tipo de amor. La cosa difícil es creerlo y vivirlo de acuerdo al contexto de nuestra vida junto con las inconsistencias de nuestro propio carácter.

Muchas de las más amorosas y generosas personas del mundo no tienen armonizada su energía sexual en esta manera ideal. Ellas luchan con el miedo y la culpa, con el exceso o compulsividad. Pero, si estas personas son honestas consigo mismas, esta batalla puede hacerlas más humildes y entonces crear espacios para que la gracia y la sabiduría fluyan en ellas y eventualmente a través de ellas.

La sexualidad es una energía sensible e inefablemente íntima. Continuamente nos lleva a la unión con los otros pero de manera frecuente y dolorosa nos separa de los demás: una fuente de beatitud pero frecuentemente de angustia. Es extraño que nosotros podemos ser muy crueles y pretensiosos hacia las fallas e indiscreciones sexuales de otros, y en ese nosotros, incluyamos a muchos cristianos y a la mayoría de los medios de comunicación. Tal vez la razón de esto es que cuando se expone un error o falta en el campo de la sexualidad de una persona esto amenaza con exponer algo del mismo tipo en cada uno de nosotros. “Nosotros” nos defendemos y nos protegemos atacando a aquellos que han fallado y han sido expulsados.

Tal vez sea una buena cosa observar este juicio crítico y detenernos en él en nuestra reflexión diaria sobre lo que hemos hecho o dejado de hacer. Pero entonces tenemos que actuar para reducirlo. ¿Le damos a las personas el beneficio de la duda? ¿Automáticamente nos unimos a las multitudes cuando resulta ser el último chivo expiatorio? ¿Proyectamos nuestra propia culpa en la condenación a los demás? ¿Podemos ver cómo los juicios que hacemos sobre los demás vienen, no de nuestra ponderación, sino de nuestra absorción de las opiniones de los medios de comunicación, de las “noticias”?

Salir de la multitud es una necesidad espiritual esencial para nuestra propia integración y para ser compasivos. Pero para hacerlo tenemos que enfrentar un secreto aún más peligroso en el corazón humano: la soledad.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Aracely Ornelas Duarte (WCCM México)  

Categorías: