Miércoles de la 3ra. semana de cuaresma 2018

Ayer mencionaba la parábola de la semilla de Jesús. Realmente, hay varias parábolas en las cuales él usa la semilla para transmitir sus enseñanzas. Esta es una: (sigue leyendo)

Él les habló con otra parábola: “El Reino de los Cielos es como una semilla de mostaza, que un hombre la plantó en su campo. Aunque ésta es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece, es el más grande de los arbustos y se convierte en un árbol, de manera que las aves vienen a posarse en sus ramas” (Mt.13: 31-32).

La semilla de mostaza es en realidad una de las más pequeñas en el mundo; y cuando vi por primera vez un árbol de mostaza en total desarrollo, en India, quedé maravillado de su tamaño. ¿Cómo Jesús vio el reino de los Cielos en esto, que obviamente vio y lo maravilló?  La simplicidad de su lenguaje, como de su enseñanza, refleja esta experiencia de lo que más tarde se llamaría ‘contemplación de la naturaleza’ – la facilidad de leer el libro del mundo natural con una profundidad simbólica, antes que mirarla sin observarla, lo que nosotros hacemos usualmente.

Es el mundo natural lo que él está observando, pero también la intervención humana: ‘un hombre la tomó y  plantó' la  semilla en su campo, esto es, en su vida y en su ser. El acto de tomarla y plantarla sin dañarla. No está crudamente explotando sino respetando las fuerzas de la naturaleza en su trabajo de cultivo.

Nuestra práctica espiritual debería respetar el proceso natural y las condiciones en las cuales la practicamos. Lo que es apropiado para una persona puede ser dañino para otra si  se la practica de modo no correcto. Cualquiera puede meditar; pero alguien con alguna dolencia mental, por ejemplo, necesitaría adaptar la disciplina. Los niños pueden meditar por menos tiempo y con menor énfasis en la disciplina diaria (aunque algunos niños elijen meditar diariamente). San Pablo decía que “trabajamos” nuestra salvación. El Buda continuaba la práctica de la meditación aun después de su iluminación. La Iglesia, con todas sus históricas faltas, extiende la vida de Cristo “hasta el fin de los tiempos”. Tomar y plantar la semilla sugiere una práctica que comienza pequeña pero continúa indefinidamente. Aunque es un proceso natural, de ninguna manera es  un proceso pasivo.

El crecimiento sucede cuando están dadas las condiciones: cuando la semilla en crecimiento está cuidada apropiadamente. El punto focal de la parábola no es acercar los detalles del proceso, observando lo que ocurre de momento a momento. De igual manera, cuando meditamos,  no ayuda evaluar y medir cada período de meditación. Si hacemos eso, caeremos en el pensamiento de buenas o malas meditaciones, lo que hará el proceso, la perseverancia, mucho más difícil para nosotros. En vez de eso, permítanse ver la película mayor en la cual la semilla de vuestra práctica (la semilla del mantra, su ‘pequeña palabra’) está creciendo. Al crecer también estará expandiendo la visión del mundo en el que vives, tu universo.  Nuestra manera de juzgar es cambiada por este crecimiento; y por lo tanto, pegarse a la vieja manera, limitada, angosta y auto-referente, lleva a una resistencia al verdadero crecimiento que queremos conseguir.

Crecemos más allá del aislamiento, más allá de las metas privadas y deseos. Crecemos a la inter-dependencia, a la realidad. La semilla se convierte en árbol que no compite con otros, sino que ofrece hospitalidad a las aves que buscan descanso y anidan en sus vastas ramas. El árbol se vuelve, como nosotros esperamos que nos volveremos cuando crezcamos, con fuertes raíces, centrados completamente en los demás, de manera multidimensional.

Laurence Freeman OSB

Traducido por Marta Geymayr (WCCM Paraguay)

 

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