Sábado de la 3ra. semana de cuaresma 2018

El camino para atravesar cualquier crisis es ir a lo más profundo, para encontrar la quietud que nunca cambia y es la fuente creativa de todo cambio a través de las incontables formas cambiantes que presenta la vida. (Sigue leyendo).

Culturalmente nosotros ya no reverenciamos esta calma. Incluso la negamos y rendimos culto al becerro dorado de la velocidad y la acción por su propio bien. Hemos olvidado el poder de la quietud para conseguir la calma y la creatividad ante los sufrimientos y desafíos que confrontamos. Si pareciera demasiado difícil volver a reconectar con esta calma es porque hemos perdido contacto con la manera obvia de hacerlo – de la cual la meditación es la más obvia, más simple e inmediata.

Existen, sin embargo, estados y etapas que llegan en diferentes tiempos y en los cuales el acceso a esta calma llega de pronto de manera clara y simple. Podría ser un estado de gran gozo, como cuando hemos encontrado el primer amor, o un estado de profunda pérdida cuando se desvanece lo que pensábamos que siempre estaría. Este tipo de estados y sus variantes vienen y van. Pero hay recurrentes ventanas de oportunidades que podemos reconocer si tomamos suficiente distancia de las emociones que nos generan.

Las etapas son como hitos. Nos recuerdan que estamos en un viaje a través de experiencias lineales de tiempo aun cuando parezcan ser muchos ciclos que se repiten. En resumen, ninguno de nosotros se vuelve más joven. Exceptuando en el sentido que, cuando nuestra unión con Dios se profundiza, nos damos cuenta que Dios es siempre más joven que nosotros, así que nos volveremos más jóvenes  al envejecer, si hemos despertado al propósito y el significado del tiempo.

La calma no es un estado de piedad o de creencia. Es la fuente de todas nuestras devociones y valores. Las  etapas especiales de la vida en las cuales podemos realmente entrar en esta calma y ‘conocer a Dios’ son la niñez y, si hemos permanecido despiertos, la tercera edad. Pero lo que asegura esto es que podamos acceder al estado de la niñez aquí y ahora porque ‘el Reino de los cielos está muy cerca de ti’.

Los niños son la más poderosa autoridad para enseñarnos esto.  También podría agregar a esto, aquellas personas que encontraron la sabiduría a través del sufrimiento, o aquellos que gozan de la prosperidad con pobreza de espíritu. Pero los niños son los mejores maestros. Esto se pudo comprobar muy bien anoche en el Centro Meditatio en Londres, en el lanzamiento de un libro de un antiguo maestro que ha escrito un libro sobre meditación con niños*. Él ha dado la palabra a los niños para hablar sobre sus experiencias. Sus simples y profundos comentarios son muy concisos.

Ella (9 años) dijo: “Cuando medito siento como si yo estuviera conectada con Dios. Como si Él me estuviera dando cargas de amor cuando estoy meditando. Puedo sentir su amor. Y a veces en mis sueños, estoy meditando y puedo ver a Dios sentado allí junto a mí meditando”. Y Aideen (11 años) dijo “Creo que todos nosotros podemos ser como Dios si lo intentamos, todos tenemos un pedacito de Dios en nosotros”.

La ansiedad y el miedo que a menudo nos domina en la edad adulta,  están frecuentemente conectados con nuestra niñez. Al envejecer, casi esperamos convertirnos en cargas y seres complejos, y olvidamos que este estado infantil es todavía accesible. Dejamos de intentar reconocerlo muy rápidamente,  con pesimismo y sin fe en la maravilla de nuestra propia existencia.

La quietud, la simplicidad y el silencio componen la trinidad indivisible que nos conduce a llegar a ser otra vez como niños.

 

  • Noel Keating, Meditation With Children: A Resource for Teachers and Parents (Veritas 2017) (Meditación con Niños. Una guía para maestros y padres)

Laurence Freeman OSB

Traducido por Marta Geymayr (WCCM Paraguay)

 

Categorías: