Martes de la 5ta. semana de cuaresma 2018

La paradoja es el portal hacia la verdad.

Con facilidad esto puede sonar simplista. La paradoja puede ser maquillada en algo confuso donde realmente no sufrimos las contradicciones difíciles de la vida, los amargos desengaños, las traiciones de esperanzas, los huracanes de egoísmo, las junglas de ilusiones y aquellos pantanos de malos entendidos que nos separan de otros por décadas. Las rodeamos más que soportar la pasión por ellas. La pasión es padecer.

La paradoja - como el Tao y el Evangelio atestiguan, junto con todos los textos sagrados que ha creado el espíritu humano — es más que solo obtener lo que queremos o tener un revés. Es, finalmente, no menos que todo, no menos que la Cruz.

En unos días, la purificación de la mente y el corazón que la Cuaresma ha hecho en nosotros — al grado que sea — será probada en la forma en que contemos la historia de los últimos días y horas de la vida de Jesús. Estos ocupan una cantidad de espacio en su biografía porque exprimen y destilan, de las piedras más secas, el significado de sus palabras y de su misma naturaleza. Su historia es quien él es: el ojo de la aguja.

En Netflix — que está tomando el lugar de las telenovelas en muchas partes del mundo — hay un menú para seleccionar películas o series que hayas visto previamente y que quisieras “volver a ver”. En un mundo de incesante novedad, es muy reconfortante que las mentes de mercadotecnia más brillantes reconozcan la profunda necesidad humana de familiaridad y repetición.

Como dijo el perceptivo Oscar Wilde “Si uno no puede disfrutar leer un libro una y otra vez, no tiene caso leerlo en primer lugar”. El portal de la paradoja es pocas veces reconocido de primera mano, y si lo es, con frecuencia es negado. Requiere muchas segundas visitas antes que se pueda enfrentar la totalidad de la realidad.

La repetición quema la escoria de la distracción. En la meditación, como en cualquier forma de amor fiel, aprendemos a poner todo lo nuestro en ello. Entonces tenemos que sacar todo nuestro ser de ahí. Aún la idea de que este es “mi trabajo” o que me va a traer beneficios debe desaparecer. Habiendo invertido todo y después renunciado a todo, lo que queda es nuestro verdadero ser, un trabajo auténtico, una nueva creación.

Esto es lo que constituye una buena historia, que nunca podemos olvidar porque llegamos a amarla como ama un niño.

 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Guillermo Lagos (WCCM México)

 

 

 

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