Viernes de la 5ta. semana de cuaresma 2018

Cuando nos dramatizamos a nosotros mismos nos perdemos el drama verdadero, el significado real de la experiencia. El posicionamiento personal se interpone en el camino de la verdadera presencia y distorsiona nuestra visión de las cosas. Atrás de esta tendencia universal — la reacción de Martha al estrés es un buen ejemplo — está el sentido de separación de nosotros mismos.

Hacer escándalo acerca de cosas: esto puede significar hablar demasiado, chismear con falsa sinceridad, analizar y psicologuear las faltas de otros, asignar culpa, hacerse la víctima o el enojado a quien se le ha faltado el respeto. No es una buena forma de manejar las instancias de verdaderas injusticias.

Tenemos reacciones ambivalentes hacia los grandes santos, como San Francisco de Asís, quienes se deleitaban en las oportunidades que les ofrecían el rechazo y la humillación para trascender sus egos. En un principio, su humildad se gana nuestra admiración.  Pero entonces, podemos empezar a sospechar que en realidad eran masoquistas que gozaban ser humillados.

Como siempre, la prueba está en cuán centrados estemos en el silencio. Es muy fácil estar superficialmente en silencio cuando nos sentimos calmados y todo está en paz a nuestro alrededor. Sin embargo, cuando nos rebasan los eventos, y estamos heridos o confundidos, el silencio se pierde y es reemplazado por el ruido de nuestras quejas y auto dramatización.

El silencio profundo no solo nos mantiene firmes durante la tormenta. También, en secreto contiene la presencia y el significado, los cuales se quieren  revelar a nosotros. Los cuales redimen los errores y transfiguran las tragedias de la vida.

Este profundo silencio es perceptible en muchas escenas del drama de la Pasión, que la próxima semana volveremos a escuchar. Es más fuerte que el ruido de las multitudes.

Al inicio de todas las sesiones de meditación nos enfrentamos al tráfico pesado de los dramas superficiales de nuestras vidas. No obstante que sabemos que estos problemas habrán cambiado mañana o el próximo mes o año, nos absorben ahora — nos distraen — como si tuvieran una importancia absoluta. Pero, si hacemos el trabajo del silencio — atención pura a la ascesis del mantra — escapamos al tráfico. Encontramos el silencio profundo,  el cual pacientemente, gentilmente espera nuestra llegada en una quietud eterna.

Libres del ruido de nuestro auto drama nos movemos hacia el drama verdadero de la existencia, el cual no es el drama del deseo, el temor o el orgullo, sino el drama del amor.

 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Guillermo Lagos (WCCM México)

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