Martes de Semana Santa 2018

La Última Cena genera un alto nivel de consciencia alrededor de las polaridades de la amistad y la traición, y evita ver una sin la otra. Evita también generar una enemistad eterna entre las dos – como hacemos cuando nos hieren o nos rechazan y decimos que no nos comunicaremos jamás con la persona que nos causó este sufrimiento.

En este estado mental, abierto y vulnerable, Jesús cruza el Valle del Cedrón hacia el huerto de Getsemaní, donde solía orar. A la luz de la luna de Pascua hubiera podido ver los monumentos funerarios ya construidos ahí. Desde aquella época, musulmanes, judíos y cristianos han ido añadiendo sus tumbas a este lugar de memoria antigua. En una ocasión en que medité en Getsemaní con unos peregrinos compañeros de camino, estuve de frente a un árbol de olivo supuestamente de 2500 años de edad, sin duda visto por los ojos de Jesús. También me encontré con el mismo tipo de florecillas rojas que acababa de ver poco antes en las colinas de Galilea donde se dio el Sermón de la Montaña. Me preguntaba si al ver estas ‘florecillas del campo’ en su última noche, Jesús se acordó de su casa y de días más pacíficos – días en que enseñó, antes de ser llamado a vivir, a ser, su doctrina con cada una de las células y fibras de su ser.

En este jardín, al silencio de la noche, llegó con unos cuantos amigos cercanos a orar. Ellos se quedaron dormidos. En su soledad, la tristeza y el miedo a la muerte le sobrecogieron, desde donde se encuentran escondidas en cada uno de nosotros.

Todo en El rechazaba su destino; pero algo más apareció en este momento de pánico. Un sentido tanto de una profunda conexión como de un propósito definido. Así el pánico cedió lugar a la paz y la aceptación.  ‘No se haga mi voluntad, sino la tuya.’

“En su voluntad está nuestra paz’, dijo Dante. Pero la palabra ‘voluntad’, que puede implicar algún tipo de enfrentamiento o de lucha entre egos, puede confundirnos. ‘Punto de vista’ o ‘manera de ver’ nos da una mejor interpretación. No rendimos simplemente nuestra voluntad a la voluntad divina – esta rendición normalmente conlleva cierto resentimiento. En la unidad que se da entre nuestra manera de ver las cosas y la visión de Dios no hay violencia ni hacia nosotros ni de parte nuestra.

En esta unidad de visión, se ve trascendida finalmente  la ilusión de nuestro yo como un individuo separado. Es sustituida por el auto reconocimiento de una soledad única y especial. Centrado y aterrizado en esta soledad, Jesús recibe el beso del traidor y al guardia armado que viene a arrestarlo al abrigo de la obscuridad. Nunca ha estado más solo y a la vez más conectado por igual con sus amigos y sus enemigos. Le apresan y lo llevan hacia una parodia de juicio, no como víctima, sino como símbolo universal de libertad.

Un detalle singular en el relato de Marcos ha intrigado a los lectores desde el principio. Un seguidor de Jesús, casi desnudo, medio cubierto por una sábana, también fue arrestado pero se escapa corriendo. Tal vez como dice la tradición es el mismo Marcos. Como esta figura es a la vez anónima y auto biográfica, muchos se identifican a sí mismos con este discípulo del Maestro, vulnerable y absurdo a la vez.

 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Enrique Lavín (WCCM México)

 

Categorías: