1 de abril 2018

                                                          Photo credit: randihausken on VisualHunt / CC BY-SA

Un Fragmento de Laurence Freeman, Reflexiones de Semana Santa 2018, publicado en WCCM.org


Conforme se va desenvolviendo la Semana Santa, escribo desde el retiro para jóvenes meditadores en Bere Island. En este momento no hay una nube en el cielo y la luz clara resalta cada color escondido, cada sombra y textura del mar, árboles y montañas. La naturaleza facilita creer que estamos en el viaje humano hacia la luz de Cristo, el Sol de la Resurrección que nunca se pone. El pronóstico del tiempo, sin embargo, nos advierte de algunos momentos de frío y lluvia (esto es Irlanda) del mismo modo que sabemos que nuestras vidas no pueden estar libres de sufrimiento.

En nuestras conversaciones durante el retiro estamos contemplando las tensiones que pasamos todos los días en nuestra vida cotidiana. ¿Cómo manejar el balance entre familia, trabajo y los compromisos de nuestra práctica espiritual? ¿Cómo manejar el condicionamiento cultural de la Iglesia y aún permanecer dentro de ella? ¿Cómo leer las revelaciones esenciales de la doctrina Cristiana a la luz del lenguaje y experiencia modernas? El tiempo sagrado, como al que hemos entrado esta semana nos da el espacio para estas tensiones, el espacio interior necesario para aceptar lo que parece inaceptable y balancear lo que parece insostenible.

Durante los siguientes días estaremos empoderados para responder al espectro total de ser humano que ilustra la Pascua. Mañana, en nuestra presencia en la Cena del Señor experimentaremos las alegría y las tensiones de estar en comunidad, lavarnos los pies los unos a los otros y aprender lo que significan las relaciones fieles. El viernes enfrentamos la mayor represión de nuestra mente, el hecho y temor de la mortalidad, el terror de la pérdida absoluta y el abandono. Aprendemos que al enfrentarla podemos tocar un significado que abre la puerta a través de la cual debemos pasar, pero la cual es un pasadizo a lo desconocido. En sábado descansamos sobre el horizonte de ese significado, balanceado entre pérdida y encuentro. Estamos inseguros y hasta poco convencidos, sin embargo, no nos hemos cerrado a la posibilidad – la posibilidad que surge temprano en la mañana desde la nada de la tumba hacia la realidad desbordante de la nueva vida.

 

Después de la meditación, “Morning in a New Land”, Mary Oliver, NEW AND SELECTED POEMS (Boston: Beacon Press, 1992), pág. 251

La mañana en una Tierra Nueva

En los árboles continúa goteando la noche
algunos pájaros sin nombre se despertaron, batieron sus alas y cantaron,
lentamente, como pinzones escudriñándose a través de un sueño.
El sol rosa descendió, como cristal hacia los campos.
Dos castaños, y un gris pálido,
sus hombros húmedos con la luz, ondeando su cabello obscuro,
subiendo la colina. Cayó la última niebla.

Y bajo los árboles, más allá de la deriva frágil del tiempo,
parado como Adán en su jardín solitario
en aquella primera mañana, sacudiendo el sueño,
frotándose los ojos, escuchando, separando las hojas,
como papel sobre un gran e increíble regalo.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos