Cuaresma 2012. Miércoles de la 2da. Semana de Cuaresma

"Había un hombre rico que solía vestir de púrpura y telas finas, solía hacer fiestas a diario. En su portón yacía un hombre pobre llamado Lázaro, cubierto de llagas. Este hombre deseaba llenarse con los  restos que caían de la mesa del hombre rico. Los perros solían acercarse y lamer sus llagas. El hombre pobre murió y fue llevado por los ángeles al corazón de Abraham. El hombre rico también murió y fue enterrado."

A Jesús le gustaba sin duda alguna enseñar con parábolas porque las parábolas son como una llave maestra que te permite la entrada a cualquier lugar. Las leemos y les damos un significado de acuerdo a lo que podemos comprender debido a nuestra propia experiencia. Esto varía mucho por supuesto  de una persona a otra. No a muchos de nosotros nos gusta encontrarnos reflejados en una parábola.

Esta parábola es valiente – observen el fuerte contraste de las condiciones materiales. Mirando el desarrollo diferencial hoy en día entre los bonos bancarios y los bonos inmobiliarios, podríamos concluir que 2000 años de valores del evangelio han hecho poco para cambiar las estructuras básicas de desigualdad que caracterizan a la sociedad humana. Para los economistas esta es una cuestión de gráficos. Para aquellos que trabajan o buscan trabajo tiene que ver con buenas ropas y buena comida o llagas y exclusión social. La muerte, no la política es la que finalmente nos hace sentir que somos todos iguales.

Hay otra manera de leer e interpretar esta parábola – a nivel de nuestra riqueza o pobreza espiritual. Ser espiritualmente ricos significa estar centrados en nuestras necesidades humanas y desapegados de lo que tenemos. Ser espiritualmente pobres es definirnos a nosotros mismos por lo que tenemos y cobijarnos del temor a la muerte detrás de una falsa seguridad.

Es difícil encontrar una manera con la cual podamos llegar a comprender el completo espectro de la vida. Ninguna ideología simple puede hacerlo. La Cruz puede; porque ilustra la intersección entre lo horizontal, lo material, y lo vertical, espiritual, dimensiones que se encuentran en toda experiencia.

El punto se encuentra en que lo espiritual y lo material no son reinos separados. Cada experiencia por la que pasamos encarna ambas. Y la Cruz – el gran símbolo de amor que brilla a través del sufrimiento y por lo tanto nos transforma a través del mismo -  revela que lo que la mente ve como líneas paralelas que jamás se unen, en realidad convergen y se intersectan.

El corazón es este punto de convergencia. Si no sabemos el significado del corazón - como no lo sabía el pobre hombre rico en la parábola hasta que fue demasiado tarde – entonces nuestra experiencia, aunque variada, exitosa o atractiva, no merece ser llamada humana. Solo el conocimiento que surge en el corazón de la quietud ilimitada de ser nos hace verdaderamente humanos, totalmente humanos.

Laurence Freeman OSB

Traducción de Teresa Decker 

 

 

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