Cuaresma 2019: 4to. domingo de Cuaresma

Cuarto domingo de Cuaresma: Lucas 15: 1-32

"Este hombre", dijeron, "recibe a los pecadores y come con ellos". Sigue leyendo.

Ser rechazado, ser echado en la oscuridad exterior, lejos del grupo que se sienta alrededor de un fuego tribal, es uno de los temores más profundos de la humanidad. Los rechazados se convierten de repente en el enemigo del grupo que los rechaza. Asociarse con ellos es un signo de deslealtad y los hace tóxicos e infecciosos.

En la película británica Apostasy – Apostasía -, una iglesia de los Testigos de Jehová excomulga a una joven por romper sus reglas y su familia se enfrenta (y fracasa) en una agonizante elección entre rechazarla y permanecer como miembros de los elegidos. El aspecto más diabólico del drama es el lenguaje religioso invertido de la autojustificación y el tono falso y espeluznante de justicia, propia de un corazón duro. La palabra "diabolus" implica el estado de división, desechando. La palabra opuesta es "symbolum", que une lo separado. Los ataques diabólicos en nombre de Dios dividen, usando trucos, incluso citando las escrituras, para hacer que parezca del lado de los ángeles.

Los momentos extremos aparecen de tanto en tanto, cuando nos vemos obligados a elegir dónde estamos parados. ¿Nos mantenemos en la seguridad de la multitud que busca sangre, o nos solidarizamos con los marginados? Tomemos a los inmigrantes por ejemplo. En algunas partes de la sociedad rica de hoy, es peligroso hablar compasivamente sobre los inmigrantes. Una vez que su jefe de estado los ha acusado de ser "narcotraficantes, delincuentes y violadores", su deshumanización ha comenzado. El permiso para abusar de ellos, los más vulnerables, se ha elevado.

"Pecadores" es un término común de rechazo en el vocabulario religioso, aunque a menudo se usa incorrectamente. Jesús se asoció con los 'pecadores', personas fuera del radar de pureza. Vio que el pecado que importa no está siendo inaceptable, como los intocables en el sistema de castas.

La palabra griega para pecado significa "errar el blanco". No en el sentido de no entrar en una sociedad respetable, sino en el sentido humano de fracasar. Cuando intentamos tirar un pedazo de papel en una canasta y fallar, ¿deberíamos enfurecernos y maldecir o recogerlo e intentarlo de nuevo?

Para entender el pecado debemos ser justos respecto a nuestras propias divisiones y contradicciones internas, los síntomas universales de la debilidad humana. De lo contrario, nos sumergimos en la hipocresía colectiva, que es la fuerza vinculante de cualquier turba.

Quienes comen con los pecadores se ponen en riesgo. Pero, incluso cuando, a su vez, son despreciados y rechazados, desconectan el poder de la hipocresía. Exponen a los verdaderos pecadores en el drama humano, no a la víctima, sino a los victimarios; a los divisores, no a los divididos. Se hace evidente cuán fácilmente nos deslizamos del lado de los ángeles al de los demonios. Son los que fabrican castas, no los marginados, quienes realmente pecan.

Laurence Freeman OSB

Traducción Marina Müller, WCCM Argentina

 

 

 

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