14 de julio 2019

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Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “A SIMPLE WAY: The Path of Christian Meditation” (Tucson: Medio Media, 2004), págs. 5, 21-22

En la práctica de la meditación, no traemos nuestras peticiones a la oración, sino que estamos poniendo atención. No estamos haciendo intenciones: estamos poniendo atención. Esta es la visión pura de la meditación, de toda la vida contemplativa. De tal forma que no estamos entretenidos en nuestra mente con ideas o imágenes de Dios. No le estamos hablando a Dios. No estamos pensando en nuestros problemas sino haciendo algo mucho más grande. John Main dijo que la más grande cualidad humana se realiza cuando meditamos porque es nuestra capacidad de estar con Dios, en Dios, aquí y ahora. [. . . ]

Poner atención en el mantra es trabajo. Significa soltar nuestra autoconciencia. Dejar el ego atrás, como nos enseña Jesús. No es algo que podamos hacer de forma violenta. No podemos amar a Dios al odiarnos a nosotros mismos. Atención no es fruncir el ceño y ponerse tenso como en un acto de concentración. Si meditan así no lo harán de forma efectiva ni lo podrán mantener por mucho tiempo. La perseverancia es esencial y la práctica diaria es el objetivo. La concentración no se puede mantener por mucho tiempo. La atención, sin embargo, es la forma en que estamos destinados vivir todo el tiempo.

Jesús nos invitó a seguirlo. A dirigir nuestra atención en lo que él está absorto. Para poner atención a la única cosa que debemos, tenemos que quitar el reflector de nosotros mismos. Esto es al mismo tiempo lo más sencillo y lo más difícil en el mundo. Sin embargo, una vez que lo probamos y entendemos, es lo único que vale la pena hacer.

 

Después de la meditación: Angelus Siliesus en “THE ENLIGHTENED HEART: An Anthology of Sacred Poetry, ed. Stephen Mitchell” (New York: HarperCollins, 1989)

Dios, cuyo amor y alegría
están presentes en todas partes,
no pueden venir a visitarte
a menos que no estés allí.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos