28 de julio 2019

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Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “Prayer as Meeting: Christian-Muslim Gathering”, The Tablet, September 2006


Las personas religiosas fácilmente olvidan lo obvio y esto es lo más obvio y lo que es más necesario recordar: los que no aman no saben nada acerca de Dios. Esto no es un razonamiento metafísico sino la razón del corazón, (y) nuestra más grande experiencia universal lo enseña. Amor es trascendencia. El recentrar la conciencia a través de un acto de atención paciente hacia el otro. Los padres lo hacen, los amantes lo hacen, y las personas religiosas también lo deben hacer si es que quieren ser genuinos.

La forma en que oras es la forma en que vives. Vivimos en el poder de trascendencia al orar en profundidad. No solo es el zalá y la liturgia sino contemplación. Todo el propósito de esta vida, decía San Agustín, es abrir el ojo del corazón a través del cual podemos ver a Dios. . . Los medios son los que enseña la religión si es que no se confunde a si misma con el fin: esperar, paciencia, quietud, y especialmente importante en una era de comunicación instantánea, silencio.[. . . ]

[En la reunión Cristiana-Musulmana] oramos el zalá y dijimos oraciones cristianas. También nos sentamos en silencio a meditar —le llamamos oración del corazón y ellos le llamaron dhikr. Reduce muchas palabras a una palabra en una pobreza de espíritu rica. En este silencio tocamos una universalidad que las palabras normalmente solo hacen referencia. No es un escape de la realidad sino abrazar la realidad divina que ambos conocemos y amamos.

 

Después de la meditación: “Small Kindness” por Danusha Lameris en MOONS OF AUGUST (Autumn House, 2014), anotada en Unvirtousabbey.com el 24-7-19

He estado pensando acerca de la forma, cuando caminas
a través de un pasillo lleno de gente, la gente mueve sus piernas
para dejarte pasar. O como extraños te dicen “salud”
cuando alguien estornuda, un recuerdo 
de la peste bubónica. Estamos diciendo “Por favor no te mueras.”
Y algunas veces, cuando se te caen los limones 
de la bolsa del supermercado, alguien te ayuda 
a recogerlos. Fundamentalmente, no queremos lastimarnos unos a otros. 
Queremos que nos pasen la taza de café caliente,
y decir gracias a la persona que nos la dio. Sonreírles 
y que ellos nos regresen la sonrisa. Que la mesera 
nos diga cariño cuando pone el plato de sopa de almejas, 
y que el chofer en la camioneta roja nos ceda el paso. 
Tenemos tan poco de unos de otros, ahora. Tan lejos 
de la tribu y el fuego. Solo estos breves momentos de intercambio.
Que tal si son la verdadera morada de lo santo, estos 
templos efímeros que hacemos juntos cuando decimos “por favor toma mi asiento”. 
“Pasa tú primero”. “Me gusta tu sombrero”.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos