11 de agosto 2019

                                                          Photo by Francesco Ungaro from Pexels

De Laurence Freeman OSB, “Depth”, LIGHT WITHIN (New York: Crossroad, 1986), págs. 105-107


Debido a que es tan demandante, puede casi parecer que la paz es más atemorizante que la violencia —la violencia que nos hacemos a nosotros mismos o la que hacemos a otros. La paz en profundidad voltea nuestro mundo de cabeza. Tenemos que entrar en un balance delicado de vida, la frecuencia fina del espíritu, para encontrar la sencillez y sutileza para responder al dinamismo de Cristo. Entrar en esa profundidad, abrirse a esa profundidad significa hacerse vulnerable y mantenerse vulnerable, no solo en la oración sino todas las partes de la vida.

El amor crea vulnerabilidad, la vulnerabilidad de la compasión o el compromiso incondicional. De forma madura, tenemos también que aprender a ser fuertes porque ser vulnerables significará que estamos heridos y no debemos permitir que el ser heridos nos cause volver a cerrarnos otra vez. El balance específico entre vulnerabilidad y resistencia es parte de la amalgama intelectual, psicológica y espiritual que conforman al ser humano. Cada uno empieza de un desbalance diferente, pero todos somos creados para el mismo balance y centralidad, el mismo arraigo en aquel que fue herido, pero quien fue resistente en la trascendencia del perdón.

 

Después de la meditación, un fragmento de Rabí Arthur Waskov, “The Sukkah of Shalom”,  The Nation, 20 de septiembre de 2004, pág. 24

En 2001, unas semanas después de los ataques de 9/11, la comunidad Judía celebraba el festival de la cosecha de Sukkot. Muchos celebraron construyendo una sukkah —una choza frágil con un techo de hojarasca, las más vulnerable de las casas. Vulnerable en el tiempo, ya que solo dura una semana cada año. Vulnerable en espacio, ya que su techo no solo debe ser de hojarasca, sino que debe permitir el paso de la luz de las estrellas, el viento y la lluvia. En nuestras oraciones vespertinas a través del año, conforme nos preparamos para dormir un sueño vulnerable, rogamos a Dios, “Extiende sobe nosotros tu sukkah de Shalom —de paz y seguridad.” 
¿Por qué la oración ruega por una sukkah de Shalom, en lugar de un templo o fortaleza o palacio de Shalom, el cual ciertamente sería más seguro y resguardado? Precisamente porque el sukkah es tan vulnerable. Durante gran parte de nuestras vidas buscamos conseguir la paz y la seguridad construyendo con acero y concreto y dureza. Pero el sukkah nos recuerda: En realidad todos somos vulnerables. Si como el profeta Dylan cantó, “Va a caer una lluvia fuerte”,  va a caer sobre todos nosotros. Todos vivimos en el sukkah. Aún los océanos más salvajes, los edificios más imponentes, los balances de los más ricos, las armas más poderosas, no nos protegen. Solo hay paredes ralas y techos con goteras entre nosotros. El planeta de hecho es una red entrelazada de vida. [. . .] La decisión que enfrentamos es más amplia que la política, más profunda que la caridad. Es el decidir si escogemos ver al mundo como propiedad a ser controlada, definida por paredes y cercas que deben ser construidas aún más altas, más gruesas, más fuertes; o hecho principalmente de un tejido abierto de compasión y conexión, sukkah abierto a sukkah abierto. . . La esperanza viene de levantar esa simple verdad hacia lo visible. Debemos de extender sobre todos nosotros el sukkah de Shalom.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos