18 de agosto 2019

Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “Frequent Flyer”, The Tablet, 10 de agosto del 2004


Por más de 30 años he visto las reacciones de aquellos que vienen por primera vez al retiro de silencio en Monte Oliveto, la casa principal de la congregación de los Benedictinos Oliveteanos. La pura belleza física del lugar, justo al sur de Siena, puede ser un distractor al principio. Como encuentras la tranquilidad, la autoconfianza de lugar y la hospitalidad de los monjes de hábitos blancos que habitan aquí, tu primer pensamiento puede ser que es un hogar para alguien más, que estás condenado a ser un fuereño. Sin embargo, demuestra ser uno de esos lugares raros con la gracia de hacer sentir en casa a quienes lo visitan.

En una era de fundamentalismo religioso es revelador encontrar un lugar tan profundamente religioso, que da la bienvenida a personas de diferentes culturas y puntos de vista. Que no resalta las diferencias o aplica etiquetas de aprobación o exclusión. Que no juzga duramente, condena o libera en el nombre de Cristo o Alá o Yahvé. Supongo que es esta, la amistad de cuerpo y alma en un ambiente de belleza natural, la asombrosa amistad encontrada en la contemplación con extraños, el estar juntos en el flujo vivo de la tradición que no ha sido condenada y quedado estancada, que hace a la gente sentirse en casa.

Dios, como dijo valientemente Aelred Rievaux, no solo es amor. Dios es amistad, con uno mismo, con otros y el medio ambiente. Aquellos que no están en amistad no pueden conocer nada de Dios -aun, y especialmente, en la mayor certeza cruel del fundamentalismo religioso acerca de que ellos están defendiendo a Dios de sus enemigos. Es parte de la búsqueda de nuestro tiempo el anhelar ese sentimiento de conexión y confianza mutua, por una religión que nutre la comunidad en lugar de la división. Y tal vez es este católico sentirse en casa que es el significado de la presencia real. Si tú estás realmente en casa con el ser en Dios encontrarás que estás en casa, en paz y con compasión, en todas partes.

 

Después de la meditación: “Pax” por D.H. Lawrence, dominio público

Todo lo que importa es ser uno con el Dios vivo.
Ser una creatura en la casa del Dios de la Vida.

Como un gato que duerme en un sillón
en paz, con paz
y uno con el amo de la casa, con la señora
en casa, en el hogar en la casa de los vivos,
durmiendo en el hogar y bostezando junto al fuego.

Durmiendo en el hogar del mundo vivo.
bostezando en casa frente el fuego de la vida
sintiendo la presencia del Dios vivo
con gran tranquilidad
una calma profunda en el corazón
una presencia
del amo sentando en el tablero
en su propio y gran ser,
en la casa de vida.

 

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos