8 de marzo 2020

Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “Letter Eleven”, WEB OF SILENCE (London: Darton, Longman, Todd, 1996), págs. 116-118.


“Ya no vivo más sino Cristo es quien vive en mi.” ¿Es San Pablo, quien describe este estado transpersonal, que trasciende el ego, un budista o un panteísta? ¿Quién era el yo que ya no vive más? ¿Quién es el mi en el que solo Cristo, la imagen perfecta del Dios invisible, vive? Estas son preguntas importantes e interminables. Pero su importancia solo tiene efecto después del evento. En la duración de sencillo estado de unión estas preguntas, como todos los pensamientos, son consumidos por la sola presencia de “el Uno quien realmente es”. Regresamos a la realidad ordinaria y recordamos el último pensamiento que tuvimos antes de que sucediera la experiencia- nuestra sed, nuestro sobregiro bancario, los problemas que enfrentan los niños. Muy pronto estamos metidos en nuestro mundo de pensamientos familiares. Dios se convierte en un objetivo que estamos tratando de alcanzar o entender, o un recuerdo que nos produce nostalgia, en lugar del YO SOY de amor que inunda nuestro ser más profundo.

Los primeros monjes Cristianos entendieron bien estos estados pasajeros de la vida espiritual. Casiano escribió acerca del “sueño letal” de oración cuando la mente disfruta de una actividad arrullada y sentimientos apagados. Es una forma de del “sueño de Getsemaní” de los apóstoles. Casiano también describió la “paz perniciosa”, una frase dura que se refiere a la calma emocional y mental a la que nos tratamos de aferrar tan pronto como somos conscientes de ella. Ninguno de estos estados, de éxtasis, sueño o consolación, son el objetivo de la oración. Sin importar que tan atractivos puedan parecer, o dolorosa su pérdida, hay otro objetivo. Una condición de completa sencillez que requiere no menos que todo, como lo dijo Dame Julián.

La pobreza de espíritu, pureza de corazón. El estado combinado de las Beatitudes. La vida en Cristo. [Yo] es el estado en donde la mente se fusiona con el corazón, no solo por unos pocos instantes sino permanente e inquebrantablemente. Como una vela que arde en un espacio sin viento. Como un hombre que construye su casa en la roca del Ser verdadero en lugar de sobre la arena del ego.

 

Después de la meditación: W.S. Merwin, “To Myself”, PRESENT COMPANY (Port Townsend, WA: Coppe Canyon Press, 2005), pág. 132

Para Mi mismo

Aún cuando te olvido
te voy buscando
creo que te conocería
sigo recordándote
algunas veces hace mucho tiempo, pero entonces
otras veces estoy seguro de que 
estabas aquí hace un momento
y el aire está aún vivo
alrededor de donde te encontrabas y yo
pienso entonces que te reconozco
a ti que siempre eres el mismo
quien pretende estar ser tiempo pero
no eres tiempo y quien habla 
en las palabras, pero no eres lo que 
te dicen que no estás
perdido cuando no te encuentro

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos