Domingo de Ramos 2020.

          Hoy en misa leemos toda la historia de la Pasión, desde la Última Cena hasta Jesús entregando su espíritu en la Cruz. La mayoría de los que leyeron la frase anterior sabrán a qué me refiero. Tengamos en cuenta a toda la generación que nos rodea, que no tiene la más mínima idea acerca de lo que estoy hablando.

           Sin embargo, todos nosotros hemos conocido o conoceremos lo que significa sufrir la pérdida de alguien a quien queremos profundamente y lo que implica vivir con su nueva y extraña ausencia sin fin. Esta mañana hablé con una amiga cuyo padre murió repentinamente de un ataque al corazón. Ella y su madre, que se unió a nosotros por WhatsApp, habían sido transportadas a un mundo diferente durante los pocos minutos que tardó su amado padre y marido en morir. Hay muy pocas palabras que se le pueden decir a alguien que acaba de entrar en duelo. Es más fácil hablar de misterios cósmicos que de pérdidas personales. De todos modos, en tiempos en que la vida se ha trastocado y se ha dado vuelta, la presencia atenta y cariñosa nos preserva del colapso o la locura.

            A medida que vemos el profundo alcance y la influencia de esta súbita pandemia, y cómo ha detenido al mundo tan repentinamente, provocando estremecedoras conmociones en cada aspecto de nuestras vidas, jamás ha sido tan preciada la necesidad de conexión. En Bonneveaux nos sostiene el ritmo regular de nuestra vida diaria, de meditación, trabajo, lectura, conversación y amistad, mientras intentamos compartir el regalo de la práctica espiritual con otras personas alrededor del mundo, a través de eventos en línea y mensajes. Esta mañana me encontré meditando con la planta de trabajadores de DPA Architects de Singapur – quienes supervisan la remodelación de Bonneveaux – que estaban en sus oficinas alrededor del mundo, desde Shanghai hasta Londres. Por otra parte, la web del programa Un Camino Contemplativo estará disponible en línea en poco tiempo.

            En nuestro nuevo mundo, desacelerado y cerrado, la manera en que oscilamos entre lo local y lo global nunca había sido más evidente. Ya sea navegando por internet, o hablando por internet, al entrar en el cuarto de al lado, o al salir al jardín, sentimos cómo somos criaturas que existimos porque estamos conectados, buscamos la conexión, o lamentamos conexiones perdidas. No solo de pan vivimos, sino de presencia.

            Perder de repente lo que nos hace florecer nos quita el aliento. Porque duele, podemos llegar a pensar que hicimos algo para merecerlo; o podemos sentir que fuimos tomados por una fuerza alienígena. También nos sentimos desilusionados porque habíamos dado por sentado que las cosas continuarían como estaban, tanto tiempo como nosotros necesitáramos. No debemos sentirnos culpables por tener estos sentimientos. Es extraño, pero en algún momento tendrá cierto sentido.

            Pero entonces aparece la banalidad del dolor. El carácter repentino de la pérdida es melodramático. Pero los clímax se ralentizan hasta llegar a rutinas que conviven con la pérdida, con movimientos más lentos, con un dolor sordo. Este es el momento en que más necesitamos un sendero, una práctica que nos de esperanza al experimentar la conexión con una primavera eterna en nuestro interior. Este es el amanecer de la era de la Resurrección.

            Este es el significado de la Semana Santa (aunque sepas o no sepas lo que es la Semana Santa) que empezamos hoy. Aquí en Bonneveaux estaremos felices de compartirla contigo por internet, día a día, conectados. (www.wccm.org).

Laurence Freeman O.S.B

Traducción: Gabriela Speranza, WCCM Argentina

 

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