Miércoles de la primer semana de Cuaresma

Un joven juez prometedor cayó bajo la influencia espiritual de un maestro sufí y comenzó a pasar por las primeras etapas de un despertar personal. Esto le llevó, con el tiempo, a renunciar a su posición y estatus y a convertirse en derviche, residente en la logia sufí como parte de una comunidad reunida en torno al jeque. Se sentía dichoso. No tenía dudas sobre su decisión y estaba lleno de generoso entusiasmo y esperanza.

Luego, poco a poco, sutilmente al principio, su ego se resistió y se quejó. ‘Fuiste muy noble al renunciar a todo y seguir este camino. La gente lo admira'. Se alegró de seguir un camino tan ilustre - este "camino del amor", como lo llamaba el jeque - bajo un maestro my admirado. “Pero", le susurró su ego, "tú eres diferente a estos otros discípulos. Tú eres educado, bien conectado, un buen líder. Mereces ser reconocido por ello".

Cuando se le planteó al jeque una cuestión legal sobre una propiedad para que la arbitrase, el nuevo novicio ofreció con orgullo sus servicios, señalando que ese era su campo de formación especializado y que "lo sabía todo". No pudo reprimir la sonrisa de autosatisfacción y placer de poder utilizar sus talentos. El jeque le miró, con cariño pero con astucia, y le dijo que había un trabajo especial en la Logia que el ex juez podía realizar mejor que cualquier otro. La sonrisa del novato se amplió. El jeque le condujo a la parte trasera de la Logia, le mostró el perro, le dio el cuenco y le dijo: "Tu trabajo es alimentar y cuidar a nuestro perro". Cuando el jeque se dio la vuelta y volvió a entrar en la Logia, el novicio estalló de vergüenza y rabia y tiró el cuenco al suelo. El jeque regresó y lo miró.

Alimentó al perro obedientemente todos los días y soportó las consiguientes luchas con su ego, en su habitación o cuando se encontraba con personas de su vida anterior que se divertían con su nuevo estatus. Le ayudó la atención especial de su maestro y progresó con su mantra. Sin embargo, esto hizo que otro miembro de la Logia, un joven funcionario de alto nivel, sintiera envidia. Esto se convirtió en una envidia incontrolable por la forma en que el jeque trataba al recién llegado y de cómo los demás miembros de la fraternidad le tenían cada vez más respeto. Con gran maldad, inventó una calumnia sobre su rival y la hija del jeque y la difundió.

La víctima de sus celos sufrió intensamente, por él mismo y por la joven. Estaba indignado, furioso y decidido a enfrentarse a él; así que fue a contarle al jeque lo que ocurría. El jeque le escuchó y luego le dijo que había fracasado. Debería haber soportado el juicio en silencio. Le miró y le dijo fríamente que debía abandonar la Logia. Entre lágrimas, roto y devastado, se fue para salir al mundo de nuevo como un vagabundo en el desierto con nada.

Por supuesto, este no es el final de la historia. Pero arroja luz sobre el proceso de confrontación y que todo meditador atraviesa al pasar de la superficie a los niveles más profundos del "camino del amor". Como la Cuaresma es un tiempo especial para reflexionar sobre ese viaje, este podría ser un relato que nos ayude a comprender dónde estamos y los retos a los que nos enfrentamos en este momento.

 

Laurence

Traducción WCCM Paraguay

 

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