Martes de la segunda semana de Cuaresma

El evangelio del día: El más grande entre ustedes debe ser su servidor. Mateo 23:1-12. Sigue leyendo.

La Tierra Prometida es el viaje y el viaje es la Tierra Prometida. Aceptar esto nos separa gradualmente de lo que puede parecer, las ideas ilusorias acerca del objetivo que pensamos que debemos lograr a través de perseverancia, virtud personal o fuerza de voluntad. El objetivo de hecho es dejar ir las imágenes y aun la voluntad de tener éxito. La Fe no es fuerza de voluntad. La práctica se vuelve más auténtica conforme la fe que la envuelve se vuelve más profunda.

El propósito -  esto es importante para los creyentes tradicionales que hacen Cuaresma - no es reforzar la voluntad sino trascenderla. La voluntad está demasiado implicada con el ego y ha tomado demasiados sobornos para tener confianza de que no será sobornada otra vez.

¿Esto significa que debemos rendirnos y no hacer nada a propósito? Eso significaría sin fe, lo que rápidamente no nos lleva a ninguna parte. Si la voluntad (en conjunto con el ego) no se usa para nada, se atrofia y nos volvemos como gente postrada en la cama que pierde el tono muscular. La voluntad tiene que ser ejercitada de una forma que la desgasta hasta trascenderla. Las personas que entienden porqué dicen el mantra, entienden esto de forma experiencial.

Entonces pasamos de la voluntad a la obediencia, haciendo lo deberíamos porque sabemos que es lo correcto. Adoptar este enfoque es difícil para todos porque es difícil para el ego que siempre trata de asociarse con la voluntad. Es especialmente difícil para las personas Tipo A. Ellas piensan que serán menos competitivas si se vuelven obedientes en lugar de intensificar la voluntad. De hecho, las personas obedientes trabajan y logran igual, si no es que más, que las personas que son guiadas por el ego; y mantienen la tranquilidad del espíritu y el equilibrio.

Así que ¿dónde está la prueba de esto? “La experiencia es la mejor prueba”, dijo Francis Bacon, el fundador del método científico. “La experiencia es el maestro,” dijeron los padres y las madres del desierto.

La primera prueba de que la Tierra Prometida es acerca de la realización, no de la invasión y la conquista, es el maná. Los israelitas en el desierto fueron alimentados con el maná, una substancia “hojuela ligera y blanca” que encontraron en la tierra como escarcha por la mañana. Me dicen que en el menú de un restaurante en New York está puesta como algo dulce, savia nutritiva que gotea de algunas plantas y arbustos. Los hechos son menos importantes que la verdad porque como sabemos ahora, siempre hay “hechos alternativos”. La verdad es que esta comida deliciosa no solo los mantuvo, sino que deleitó a los peregrinos del desierto. Como para muchos cristianos la Eucaristía, sin embargo, puede ser servida.

En otras palabras, el alimento para el viaje es un anticipo del destino del viaje. El fin no está cerca, entonces, sino más cerca de nosotros de lo que estamos de nosotros mismos. Lo podemos saborear. La palabra en latín para sabiduría significa “sabor”. ¿Qué prueba más grande existe que el sabor? Especialmente si deleita y nutre, y nos mantiene avanzando en la realización de quienes somos y donde estamos aquí y ahora.

¿Cuál es tu experiencia del maná?

Traducción: WCCM México

Categorías: