20 de mayo de 2012

De John Main OSB, “Growing in God,” THE WAY OF UNKNOWING (New York: Crossroad, 1990), pp. 79-81.

Cuanto más meditamos, más perseveramos a través de las dificultades y los falsos comienzos, entonces nos damos cuenta con claridad que debemos continuar si queremos llevar nuestra vida de manera significativa y profunda

 

No deben nunca olvidar el camino de la meditación: decir el mantra del principio al fin. Esto es básico, es evidente, no nos dejemos disuadir de la verdad de ello… La disciplina, la práctica de la meditación es absolutamente demandante… Debemos dejar atrás nuestro ego, nuestros pensamientos, análisis y sentimientos, de tal manera que nos encontremos totalmente a disposición del Otro.

¿Cuál es la diferencia entre realidad e irrealidad? Pienso que la manera de  comprender esto es ver la irrealidad como un producto del deseo. Una de las cosas que aprendemos en meditación es a abandonar el deseo, y lo aprendemos porque sabemos que nuestra invitación es a vivir el momento presente. La realidad demanda quietud y silencio. Ese es el compromiso que hacemos al meditar. Como todos pueden encontrar por experiencia propia, aprendemos en el silencio y en la quietud a aceptarnos tal cual somos. Esto parece muy extraño para nuestros oídos modernos, sobre todo para los cristianos modernos, quienes se han cuestionado ansiosamente: “No debería ser ambicioso”; y “si soy una mala persona, ¿no debería desear ser mejor?”

La verdadera tragedia de nuestro tiempo es que estamos tan llenos de deseos de felicidad, de éxito, de riqueza, de poder, que nos imaginamos siempre como deberíamos ser. Muy raramente llegamos a conocernos a nosotros mismos y a aceptar nuestra presente posición. Sin embargo, la sabiduría tradicional nos dice: conózcanse a sí mismos. Puede ser que seamos pecadores y si lo somos, es importante que lo sepamos.

Aunque es más importante para nosotros saber por nuestra propia experiencia que Dios es el fundamento de nuestro ser y que estamos enraizados y fundados en él…

Esta es la estabilidad que necesitamos, no la lucha en movimiento hacia el deseo, sino la estabilidad y la quietud de nuestra raíz espiritual. Cada uno de nosotros está invitado a aprender en nuestra meditación, en nuestra quietud en Dios, para así saber que en él encontraremos todo lo que necesitamos……

 

Después de la meditación: De San Agustín de Hipona, “Confesiones,” en An anthology of Christian Mysticism. Editor Harvey D. Egan (Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1996), p. 68.

¡Tarde te amé, Oh Belleza, tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Estabas dentro mío y yo afuera, y ahí te buscaba, y en mi deformidad corría apresuradamente hacia las cosas bien formadas que tú habías hecho. Tú estabas conmigo, yo no lo estaba… Pero tú me llamaste a gritos y abriste mi sordera, brillaste resplandeciente y disipaste mi ceguera. Exhalaste tu fragancia y yo la inhalé…

Traducido por Teresa Decker