10 de junio de 2012

 

Extracto del libro de John Main OSB, “Integrity,” WORD MADE FLESH (London: DLT, 1993), pp. 55-56.

A menudo  parece  como si nos apresuráramos a través de la vida a una gran velocidad, mientras que en nuestro corazón se encuentra la llama esencial del ser interior. Nuestra carrera la lleva casi siempre al punto de extinción. Pero cuando nos sentamos a meditar, en quietud y simplicidad, la llama comienza a arder brillante y estable. A medida que abandonamos pensar en términos de éxito y suficiencia, la luz de la llama nos ayuda a comprender a los demás y a nosotros mismos en términos de luz, cordialidad y amor.

 

El mantra nos lleva al punto de quietud donde la llama del ser llega a arder radiante. Nos enseña lo que sabemos, aunque con frecuencia lo olvidamos: que no podemos vivir una vida plena a menos que se encuentre fundamentada en algún propósito subyacente. La vida tiene un valor y un significado último que puede ser tan solo descubierto en la quietud estable del ser, que es nuestro arraigo esencial en Dios.

Es tremendamente fácil caer en la rutina. Los roles pueden fácilmente tomar el lugar del verdadero ser. Caemos en el juego de los roles rutinarios tales como: soy estudiante, soy madre, esposo, jefe, monje, etc…

Jesús vino al mundo para decirnos que la vida no es jugar roles o ser un funcionario de algún sistema. Tiene que ver con un propósito y significado, sentido en lo más profundo de nuestro ser en quietud. Nuestro valor surge de lo que verdaderamente somos, no de lo que hacemos ni de la imagen que nosotros tenemos de nosotros mismos.

El significado último de Dios no surge de lo que la sociedad dice que somos — eso sería “preferir la aprobación humana a la aprobación de Dios,” como dijo Jesús. Cuando encarcelaron a Santo Tomás Moro en la Torre de Londres por preferir su conciencia a la aprobación del rey, su rol público fue destrozado. Él sabía quién era no solamente a los ojos del mundo, o a sus propios ojos, sino a los ojos de Dios. Él gozaba de una enorme confianza que surge tan solo en lo más profundo del conocimiento del ser, permitiéndole saber quien era él eternamente…

Cada uno de nosotros, de acuerdo con nuestro destino único, debe descubrir la verdad fundamental sobre sí mismo.  Arraigados en Dios, debemos abrirnos al amor que nos redime de la ilusión y la superficialidad. Debemos vivir esa santidad personal infinita que tenemos como templos del Espíritu Santo. Descubriendo que el mismo Espíritu que creó el universo mora en nuestros corazones, y en silencio es amoroso con todo, siendo el propósito de toda vida.  

 

Después de la meditación:  extracto del libro de Beatrice Bruteau, “Heart of Jesus, Root of Reality” RADICAL OPTIMISM: ROOTING OURSELVES IN REALITY (New York, Crossroad, 1993) p. 102.

 

Hay un camino desde nuestro exterior, a través de las capas de nuestro ser, que llega al corazón. En ese lugar coinciden el conocedor y lo conocido. Somos verdad. Ahora, juntos con Jesús, nos damos cuenta que somos vida. Remontándonos a nuestra Fuente, somos vida en nosotros mismos (Juan 5:26)…

En las palabras de Abishiktananda. “Solo permanece el ser…, pura luz, luz infinita e indivisa, luz misma, la gloria de ser, la plenitud de todo gozo… el Gozo de Ser, Dios todo en todo.”

 

Carla Cooper - cmcooper@gvtc.com

Traducido por Teresa Decker