24 de junio 2012

 

Extracto del libro de John Main OSB, “From Isolation to Love”, THE WAY OF UNKNOWING (New York: Crossroad, 1990), pp. 44-46.

Meditamos porque sabemos con certeza que debemos pasar a través y más allá de nuestra propia esterilidad. Debemos trascender la esterilidad del sistema cerrado, de una mente puramente introspectiva. Sabemos, con toda claridad, que debemos pasar más allá  del aislamiento hacia el amor. 

 

Es curioso que la introspección nos lleve a tal esterilidad. ¿Por qué esa introspección, o conciencia auto-centrada, es tan estéril? Supongan que tratamos de analizar alguna experiencia nuestra. La casi inevitable consecuencia es que finalizaremos observándonos en el acto de observación. Cuanto más profundo es el grado al que llegamos al adentrarnos en nosotros mismos, más complejo será el grado al que nos encontraremos fijos a nuestra propia auto-conciencia. El resultado sería como si nos encontráramos en una sala de espejos en donde confundimos constantemente la imagen con la realidad. Y lo único que nos queda son meras imágenes de nosotros mismos.

¿Por qué entonces la meditación es tan diferente?... Todos nosotros cuando comenzamos, llegamos a un punto donde nos preguntamos “¿qué consigo con esto?” ¿Qué está haciendo esto por mí?”…

Es en este punto que todos nosotros deberíamos hacer un acto de fe. Parecería como que la fe atravesara la oscuridad y abrazara la esterilidad, aunque no hay manera de abrazarla excepto con el total abandono. Debe ser un acto total de fe.

En otras palabras, nos comprometemos con la meditación y con el mantra como camino para abandonar la auto-conciencia. En efecto, nos estamos comprometiendo a abandonar nuestra propia esterilidad.

Es en este punto que la esterilidad que experimentamos se transforma en pobreza — una pobreza a la cual nos abrazamos completamente.

Somos guiados hacia esa declaración de nuestra pobreza que nos revela que todo es Dios y que en Dios se encuentran toda la riqueza y todo el amor… La esterilidad se vuelve pobreza —un estado de completa simplicidad, completa vulnerabilidad y completo abandono a Dios y a su amor.

La auto-conciencia da paso a la conciencia. Somos conscientes de lo que se encuentra más allá de nuestro propio horizonte, de lo que es, de lo que Dios es: que Dios es amor.

La introspección se transforma en una visión auto-trascendente porque todo lo que vemos lo vemos a la luz de Dios, expandiéndose hacia el infinito. Vemos todo bañado en el infinito amor de Dios. Debemos comprender con claridad por qué esto es así. Es así porque nosotros mismos nos comprometemos al Camino por medio de la fidelidad a la meditación y al mantra: comprometidos con Dios.

Comprometidos con la fe, con aquello que se encuentra más allá de nosotros mismos. De esta manera tomamos posesión de nuestro destino y encontramos significado en la maravilla de Dios.

 

Después de la meditación: “The Artist,” Stanley Kunitz (New York: Norton, 1995), p. 63.

 

Sus pinturas se fueron tornando año a año más oscuras.

Cubrieron las paredes, llenaron la habitación:

eventualmente llenaron este mundo —

mas no el encanto.

Cuando las voces se atenuaron, él se apresuraba a escuchar el alma improvisada de Mozart

en continuo giro sin fin.

Una y otra vez, una y otra vez,

caminando sobre  el piso manchado de pintura,

haciéndose más pequeño en cada ir y venir,

atrapado en su monumental vacío,

encolerizado con sus adversarios.

Finalmente tomó un cuchillo en su mano

y abrió una salida para sí mismo

entre los marcos de su alto decorado.

A través de los agujeros de su universo hecho jirones

irrumpieron la primera inocencia y la luz.

 

Traducido por Teresa Decker