Meditando en la escuela

 

Persuadido de que la meditación es un camino espiritual que abre a un crecimiento que se refiere a todas las áreas de la persona, propuse en un colegio donde acompaño pastoralmente la tarea educativa que hiciéramos el esfuerzo por implementar la meditación en lo práctica espiritual de los alumnos.

 

Habiendo tenido una muy buena recepción de los directivos y de las religiosas del colegio empezamos un camino lento, pero que fue confluyendo en un espacio concreto de meditación.

Lo primero que hicimos fue poner al tanto, en diferentes reuniones, de la meditación cristiana a la mayoría de los docentes, tanto del nivel primario como del secundario, porque es imposible iniciarse en esto si no se cuenta con el apoyo general de los mismos, más allá de que no dependa directamente de ellos su implementación.

Entre los docentes, nos interesaban particularmente los de catequesis, dado que son los más directamente relacionados con lo religioso.

Respecto de los padres de los alumnos, a todos, en las reuniones de comienzo de este año, se les informó de esta instancia de meditación que se abriría para sus hijos, y en el primer taller de padres que se realizó en el colegio, contando con más de 100, hicimos la experiencia de meditar, lo cual tuvo una amplia recepción positiva.

Así transcurrieron los últimos meses del año pasado y los primeros de éste, hasta que comenzamos a meditar con los alumnos.

La meditación con los alumnos ha sido organizada de la siguiente manera: a nivel secundario se destinaron 40 minutos semanales (medio módulo) por curso, correspondientes a las horas de catequesis, para, durante ese tiempo, ir implementando el ejercicio de la meditación. En el nivel primario se ha hecho algo semejante, pero el tiempo promedio de cada grado es de media hora, meditando con los alumnos que se encuentran en los 3 últimos años (en Córdoba la escuela primaria es hasta 6° grado).

Llevar adelante esto con los alumnos no es una tarea simple.

Creo, y esto es muy personal, que la experiencia espiritual hoy está muy devaluada por la carga institucional de lo religioso, por lo cual cuesta mucho remontar o llevar hacia una mirada diferente de lo mismo, mucho más en una escuela, donde todo puede ser vivido como “asistir a clases”.

Así todo es un camino que vamos transitando y en el que aprendemos del mismo caminar…

¿Cómo explicarlo? ¿Cómo decirlo? ¿Cómo entusiasmar? Son preguntas cotidianas, del día a día. Y esto en el constante esfuerzo de mostrar este camino como un camino eclesial, cristiano, católico porque siempre está el riesgo de las malas interpretaciones.

En este contexto, entonces, los chicos van descubriendo, en diferentes medidas y de acuerdo a los grupos. Algunos adhieren más, otros menos, pero vamos conquistando el silencio.

Con todos los grupos hemos comenzado por 5 minutos, para ir agregando tiempo de acuerdo a las disposiciones y al logro del silencio en esos momentos, hasta llegar a los minutos que correspondan a las diferentes edades.

Hemos tenido experiencias de silencio realmente hermosas.

Al nivel de la primaria, en los primeros grados, la vivencia es sumamente simple y alentadora. Me atrevo a decir que la primaria va “conquistando” sus minutos de meditación mucho más rápidamente. Los niños cuentan cosas hermosas respecto de la experiencia que han tenido. Recuerdo una nena que decía: “sentía que tenía la cabeza vacía y que solamente se escuchaba ‘Jesús’, ‘Jesús’…” (porque les doy a elegir como mantra entre Maranatha y Jesús).

Sinceramente es muy gratificante, más allá de alguna dificultad, llevar esto adelante, mejor dicho, ver cómo el Espíritu lleva esto adelante.

Además de meditar con los alumnos, dos días a semana hemos construido un espacio de meditación a las 7 de la mañana para algunos docentes interesados y algún padre, y el jueves por la siesta también para docentes y padres. No es amplia la concurrencia, pero es una instancia más.

En fin, tenemos una ardua tarea por delante; esto recién comienza y desconozco de qué manera avanzaremos. Sí tengo la certeza de que el Espíritu nos guía y que, por esta misma razón, el camino que intentamos seguir es sumamente beneficioso.