22 de julio de 2012

Un extracto de “Dearest Friends”, de Laurence Freeman OSB, del Boletín Internacional de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, Invierno de 2000.

Hoy en día muchos cristianos que encuentran a sus líderes tornándose hacia un sectarismo rígido, están aprendiendo a encontrar en su antigua sabiduría contemplativa, una verdadera expresión de las enseñanzas de Jesús. No son aquellos los que claman “Señor, Señor” quienes complacen al Padre, sino aquellos que “hacen Su voluntad“.

 

Para muchos hoy en día una doctrina es digna de crédito aún si trata de expresar lo inefable, no porque pretenda ser la verdadera, sino porque nos ayuda a sostener la creencia (que es más que una mera creencia) del consumismo. Pero ninguna creencia digna de ser aceptada, hoy en día, puede estar sustentada con seguridad excepto por la certeza de la fe que está unida al amor y a la esperanza.

Esta certeza del fundamentalismo debe ser sacrificada para que la duda radical nos permita cuestionarnos. Nuestra experiencia con la muerte de la certeza es también la experiencia de la muerte del deseo, el deseo egoísta de ser correcto, de ser salvado, de ser mejor que los demás. Esta muerte es la que compartimos en la cruz. El renacimiento del deseo que sigue, es el deseo transformado que florece de un corazón puro a la vista de Dios. Este “deseo de Dios” no es como cualquier otro deseo que hayamos conocido.  “Feliz aquella persona cuyo deseo de Dios se ha transformado en un amor apasionado hacia su ser amado”, declaró San Juan Clímaco. Este amor no se agota ni nos lleva a explotar a los demás para ser colmados. Es a la vez, deseo y libertad de ese deseo, como fue experimentado anteriormente. (…)

La meditación es purificación del corazón y del deseo de muerte. Así como hay un nacimiento para cada muerte, también hay una regeneración del deseo, como deseo de Dios. Este nunca puede ser el deseo por un objeto de satisfacción del ego. Pero es por supuesto un deseo para nuestra propia felicidad: nunca podemos desear ser infelices. Deseo de Dios… es el deseo por nuestra felicidad, por obediencia a la ley del… Amor. Esta ley establece que la única manera de deseo que nos hace verdaderamente y permanentemente felices es el deseo de la felicidad de los demás.

 

DESPUÉS DE LA MEDITACIÓN: De “Last Thoughts”, de WAITING ON GOD,  de Simone Weil, (Londres: Fount, 1977) pág. 46

Nuestro amor debería ensancharse ampliamente a través de todo el espacio, y debería estar distribuido igualmente en cada porción del mismo, como lo es la misma luz del sol. Cristo nos ha invitado a alcanzar la perfección de nuestro Padre Celestial  si lo imitamos en su donación indiscriminada de luz (…) Debemos ser católicos significa no estar  vinculados ni siquiera por un hilo a cualquier cosa material, salvo que sea la misma creación en su totalidad… Estamos viviendo en tiempos sin precedentes, y en nuestra situación presente, la universalidad, que podría estar formalmente implícita, debe ser completamente explícita. Debe impregnar nuestro lenguaje y la totalidad de nuestra forma de vida. Hoy en día casi no es suficiente ser santo, pero debemos tener la santidad suficiente que nos reclama el presente, una nueva santidad, sin precedente en sí misma.

Carla Cooper - cmcooper@gvtc.com

Traducción: Isabel Arçapalo