Martes de la 1ª semana de Cuaresma 2013

Estando en la India hace poco, uno de nuestros guías comentó, que además de sus conocimientos acerca de los lugares que estábamos visitando, él y su familia eran astrólogos. No pasó mucho tiempo para que la gente calladamente se acercara a él para pedirle que le lea las manos. Y escuchábamos el usual comentario – “es asombroso cómo él sabe….”

Es difícil negar las maneras de satisfacer la curiosidad que todos tenemos acerca de nuestro futuro y de nosotros mismos. Independientemente de si creas o no en este tipo de conocimiento, la curiosidad es insaciable – y puede fácilmente volverse adictiva.

Pero existe un modo de conocimiento más confiable – el que los padres del desierto dijeron que es más importante para nuestro viaje espiritual, aún más que el poder de obrar milagros.

El conocimiento de sí mismo no es solamente  una forma de conocimiento meramente racional, medible. Este conocimiento va más allá del conocimiento psicológico, o de información sobre nosotros mismos. No surge de la curiosidad egocéntrica o la fascinación que tenemos con nuestro yo.  No somos un objeto de nuestro propio conocimiento. Es puramente subjetividad indivisible.  Es un tipo de conocimiento transformativo que nos mueve a lo largo del espectro de nuestro desarrollo. Y cambia los mundos que habitamos a lo largo de nuestro trayecto.

La Meditación – la quintaesencia del ‘camino del no saber’- produce este tipo de conocimiento que encontramos en el más profundo centro de nuestro consciente (el espacio infinito del corazón humano). A medida que viajamos hacia este centro profundo, se va develando un proceso de integración y transformación. El conocimiento espiritual que fluye de esto, no queda en algún plano secreto o esotérico. El mismo permea y empapa todos los niveles de nuestra vida, nuestras emociones, trabajos, relaciones y creencias. El ego ya no es el sol alrededor del cual giramos, sino un satélite menor, aunque útil, que gira alrededor de un centro verdadero y universal.

Lo particular y lo universal, el gran cuadro y el detalle mínimo, lo local y lo universal encuentran su verdadera relación. Nosotros sabemos – a través del conocimiento interior – no solamente quiénes somos, sino también qué es lo que tenemos que hacer.

Traducido por Marta Geymayr

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