Martes de la 5ª semana de Cuaresma 2013

Ken Wilber escribió una vez un relato muy conmovedor sobre el cuidado de su recién casada esposa a lo largo de su última enfermedad. Como saben aquellos que conocen sus otros escritos, él es esencialmente un intelectual con un enorme apetito por adquirir e integrar el conocimiento y la comprensión. Sus libros se hacen largos y más largos. Pero cuando s hizo evidente que el cáncer de su esposa era terminal, abandonó todas sus otras actividades e intereses para concentrarse en su cuidado y estar con ella. A medida que el estrés del rol crecía comenzó a resquebrajarse bajo la tensión. Sombras siniestras comenzaron a aparecer hasta que un amigo le dijo que tomara por lo menos una hora o dos cada día para su trabajo intelectual, lo cual sabiamente hizo.

 

Somos lo que somos, y no podemos cambiarnos sólo aplicando fuerza de voluntad o pensamiento.  El propósito más profundo que tenemos es SER. Es plena realización y felicidad, y permite el cumplimiento de nuestras responsabilidades. El primer paso para ser nosotros mismos es el aceptar lo que somos, incluso - especialmente - si pensamos que deberíamos haber tenido otras características escritas en nuestro software en el momento de nuestra creación.

"En la meditación aceptamos el don de nuestro ser". La corta definición de John Main se hace cada vez más verdadera a cada etapa del camino de la meditación. Su significado puede ser explorado cada vez más profundamente. Sin embargo, este trabajo de auto-aceptación es mucho más difícil y más exigente de lo que la mera mentalidad de auto-ayuda considera.

Por lo tanto, aceptar y ser lo que somos debe iniciarse conscientemente lo antes posible, antes de que la incrustación de “yos” imaginarios se vuelva demasiado espesa. Muchos de estos yos son fuente de sufrimiento y complejidad, ya que nos preparan patrones de fracaso y muy a menudo nos conducen al auto-rechazo, todo lo contrario a lo que es natural.

Arrojar estas capas de identidad es como rehusar ponerse ropa innecesaria. Necesitamos algo de ropa, en busca de calor o protección o para ser respetuosos con nuestros vecinos en el metro. Pero, en el camino espiritual, lo menos posible.

Jesús habría sido crucificado desnudo. En la Resurrección las ropas ya no eran un problema.

Traducido por Sofía Cosp

 

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