12 de mayo 2013

Un extracto de la Segunda Conferencia de JOHN MAIN OSB

GETSEMANI TALKS (Tucson, AZ: Medio Media 1999), pp. 35-37

 

Debemos ser muy cuidadosos al usar términos como “auto-renunciación”. En la oración buscamos volver todo nuestro ser hacia la contemplación de la bondad de Dios, de su infinito Amor.

Solo podemos hacer esto con cierto grado de efectividad cuando hemos logrado en primer lugar acercarnos verdaderamente a nosotros mismos. La oración, en sí misma,  es el camino para experimentar la verdad de las palabras de Jesús: “El que quiera encontrar su vida, primero debe perderla”. Pero antes debemos dar un paso preliminar. El primer paso es el ganar la confianza necesaria para poner nuestra vida en la pobreza de una sola palabra en la meditación. (...)

La meditación y su pobreza no son una forma de auto-rechazo. No estamos huyendo de nosotros mismos, ni nos odiamos. Al contrario, nuestra búsqueda es la búsqueda de nosotros mismos y la experiencia de nuestra capacidad personal e infinita de ser amados. La armonía del verdadero Yo que se encuentra más allá de todo egoísmo, más allá de toda actividad basada en el ego, está muy bien autenticada en la tradición cristiana. Santa Catalina de Génova lo puso de forma muy sucinta: “Mi mí misma es Dios. Ni conozco mi propia individualidad salvo en él”.  Pero para llegar a nuestra individualidad - y esto no es una invitación a la que respondemos cuando meditamos - o, poniéndolo de una forma más afortunada y tal vez en un lenguaje del Este más preciso, para realizarnos - debemos pasar hacia la experiencia radical de la pobreza personal con una auto-renuncia inquebrantable.

Y lo que entregamos, a lo que morimos, en el pensamiento Zen, no es al ser o a la mente, sino a la imagen del ser o de la mente, las cuales erróneamente hemos llegado a identificar con quienes somos en realidad. Esto no es una propuesta que necesitamos, en el lenguaje de La Nube del No Saber, “exponer con una inteligencia imaginativa.” Pero indica que a lo que estamos renunciando en la oración es, esencialmente, a la irrealidad. Y el dolor de la renunciación estará en proporción al grado en que estamos comprometidos con la irrealidad, en el grado en que hemos creído que nuestras ilusiones son reales.

 

Después de la meditación: de “THE ILLUMINATED RUMI”, tr. Coleman Barks (Nueva York: Broadway Books, 1997) p. 122

 

Has leído donde dice que

Los enamorados oran constantemente

Una vez al día, una vez a la semana, cinco veces en una hora,

no es suficiente. Peces como nosotros

necesitan el océano a nuestro alrededor.

Las campanas del camello dicen, ¿Nos vemos otra vez

el jueves por la noche?

Ridículo, suenan juntas continuamente,

hablando mientras el camello camina.

¿Te haces visitas frecuentes a ti mismo?

No discutas o contestes racionalmente.

Muramos,

y muriendo, respondamos.

 

Carla Cooper- cmcooper@gvtc.com

  

Traducido por Guillermo Lagos