27 de mayo 2013

De Laurence Freeman OSB, “Queridos amigos”, del Boletín Internacional de Meditación Cristiana, vol 35, No 2, Julio 2011 P. 5

 

Todos estamos buscando algo. Algunos lo tienen claro, o al menos tienen conciencia de que algo hace falta. Pero la mayor parte del tiempo y para la mayoría de nosotros un leve dolor permanece y una vaga ansiedad perdura a través de buenos y malos tiempos por igual. “Mi alma está inquieta, hasta que descanse en ti”, era la expresión de San Agustín para esta ansiedad de plenitud, por la resurrección que trasciende el ciclo del deseo de nacimiento y muerte. Visto así, esta ansiedad es un regalo en lugar de una aflicción porque, cuando es vista y reconocida, es el punto de quiebre espiritual. Hoy en día en una cultura condicionada por el consumismo desde la infancia, este entendimiento del deseo debería estar en el centro de toda educación religiosa.

Las librerías están llenas de libros sobre auto-ayuda. Entre los títulos más vendidos encontramos buenos límites,  manejando la auto-crítica, expresando tus emociones, desarrollando el equilibrio, afírmate, come bien y haz ejercicio. El mejor listado que conozco pertenece a un libro que aunque no está entre los más vendidos no ha dejado de imprimirse en los últimos 1500 años. En la Regla de San Benito, el capítulo cuarto es sobre las Herramientas del Buen Trabajo, hay setenta y cinco enunciados que  describe como “herramientas del oficio espiritual” que, cuando son usadas con seriedad, llevan a la realización trascendente de las promesas de Cristo: “que el ojo no ha visto, ni el oído ha escuchado lo que Dios tiene preparado para aquellos que lo aman”.

Las Herramientas empiezan con los Diez Mandamientos porque la vida moral es la cimentación del camino contemplativo. Después vienen los trabajos corporales de la misericordia, el mínimo esfuerzo que se espera que hagamos por el bienestar de los demás. Luego, el guardar el corazón contra los pensamientos de ira, venganza o engaño. Como vivió en comunidad, entendía muy bien lo importante que es practicar el amor a los enemigos y cómo el auto-control en el habla así como en nuestros hábitos físicos facilitan la práctica cristiana básica. La plena atención conciente es ayudada teniendo siempre ante los ojos el recuerdo de la muerte y también promueve un nivel más profundo de paz y alegría. Las tentaciones del egoísmo espiritual también son reconocidas y compensadas por el mandato de San Benito de anhelar siempre plenitud de vida.

Estas herramientas de los buenos trabajos también significan el cuidado de uno mismo. Cada forma de cariño es energía de fe: quita la atención de los deseos y sentimiento individuales y los transfiere a un bien superior. Es por lo tanto el camino de la trascendencia. Se extiende en el tiempo, lo cual pone a prueba su sinceridad y autenticidad. Es por eso un camino de transformación, porque somos cambiados al perseverar en un acto de fe.

Todas las herramientas de San Benito, y el tener cariño en sí mismo, están diseñados para liberar nuestra capacidad para amar. La repetición del mantra unifica todas estas formas de cariño… las concentra en el centro del corazón donde el amor de Dios… entra…

Después de la meditación: Robert Morgan, “Great Day in the Morning,” de Terroir (Penguin Poets, 2011), citado en The Writer’s Almanac, 29 de agosto 2011.

 

Mi padre, cuando estaba sorprendido

o repentinamente impresionado, espetaba

“Gran Día en la mañana”, como si le hubiera

llegado una revelación repentina.

La forma de hablar parecía

reclamar la aparición de algún gran evento

que estuviera por llegar o ya aquí;

un día grandioso o una era luminosa

estaba abriendo sus puertas de par en par

como si el mundo sobre el mundo revelara sus

maravillas siempre nuevas, en una eufórica mañana,

empezando como el ahora que se afianza.

 

Traducido por Guillermo Lagos