20 de julio 2014

 
PHOTO: LAURENCE FREEMAN
 
Extracto de Laurence Freeman OSB, “Dearest Friends”, The World Community for Cristian Meditation Newsletter, Invierno 2000
 
Conforme muchos Cristianos en la actualidad están viendo a sus líderes regresar a un sectarismo rígido, empiezan a aprender a encontrar en la sabiduría contemplativa una expresión más veraz de las enseñanzas de Jesús… Para muchos hoy en día una doctrina es merecedora de credibilidad, aun cuando trata de expresar lo inefable, no solo porque afirma ser verdadera sino porque nos ayuda a sostener nuestra creencia (que hay algo más qué) el consumismo. Pero ninguna creencia hoy en día que sea merecedora de ser aceptada puede ser sostenida con certeza- excepto la certeza de la fe que se une con el amor y la esperanza.
 
La certidumbre del fundamentalismo debe ser sacrificada y se debe permitir que una duda radical  nos cuestione a todos. Nuestra experiencia es que con la muerte de la certeza también viene la muerte del deseo- el deseo egoísta de estar en lo correcto, de estar seguro, de ser mejor que los demás. Tal muerte es nuestra forma de compartir la cruz. El renacimiento del deseo que sigue  es el deseo transformado que surge de un corazón puro en la imagen de Dios. Este “deseo de Dios” es como ningún otro deseo que hayamos conocido hasta ahora. Sin embargo “feliz es aquel para quien el deseo de Dios se ha convertido en algo semejante a  la pasión de un amante por su amado”, afirmó San John Climacus. No se agota ni conduce a la explotación del otro para consumarse. Es al mismo tiempo deseo y la liberación del deseo como fue experimentado anteriormente (…)
 
La meditación es la purificación del corazón y la muerte del deseo. Así como hay una muerte por cada nacimiento, también existe la regeneración del deseo como el deseo de Dios. Este no pude ser el deseo de un objeto que implique la satisfacción del ego. Pero es por supuesto el deseo de nuestra felicidad: no podemos desear ser infelices. Deseo de Dios… es el deseo de nuestra propia felicidad a través de obedecer la ley del…. Amor.
(Esta ley) establece que la única forma de deseo que nos hará completa y permanentemente felices es el deseo de la felicidad de otros. 
 
Después de la Meditación: De Simone Weil, “Last Thoughts”, WAITING ON GOD (London: Fount, 1977), pág. 46
 
Nuestro amor se debe estirarse ampliamente a través de todo el espacio, y debe estar igualmente distribuido cada porción, como si fuera la misma luz del sol.   
(…) Tenemos que ser católicos, esto quiere decir sin la más mínima atadura a cualquier cosa creada, a menos que sea a la creación en su totalidad…. Estamos viviendo en tiempos, sin precedente, y en nuestra situación actual universalidad,  la que anteriormente podría estar implícita, tiene ahora que estar totalmente explícita. Tiene que permear nuestro lenguaje y la totalidad de nuestra forma de vida. En la actualidad no es suficiente simplemente ser santo, sino que debemos tener la santidad demandada por el momento presente, una nueva santidad, en si misma sin precedente alguno.