7 de setiembre 2014

PHOTO: LAURENCE FREEMAN

Extracto de John Main OSB, “The Oceans of God”, en MONASTERIO SIN PAREDES: The Spiritual Letters of John Main (London: Canterbury 2006)
 
La sensatez y el balance significan estar conscientes del contexto en el que vivimos. Esta clase de conocimiento nos hace sensibles a la presencia de Dios en todo lo que no rodea. La meditación nos enseña, de la única forma que da certeza, la experiencia personal, que la presencia de Dios no está fuera de nosotros. Es interior porque es la presencia que aglutina y sostiene la parte más profunda de nuestro ser. Al sentir esto ya no solo vemos la presencia de Dios en las externalidades de la vida o en cosas trascendentales….Ya no tratamos de poseer o manipular a Dios. En vez de eso lo asidos por su presencia, interior y exterior, porque nosotros sabemos que la presencia penetra todo, los cimientos de todo lo que es.
 
Ser poseídos por Dios de esta manera es la única libertad verdadera. La tiranía del amor es la única relación verdadera. Inicialmente tememos esto conforme emerge y va surgiendo porque nuestro concepto de libertad es muy distinto. En forma ingenua se piensa que es la libertad  de decidir qué hacer en vez de decidir ser. Pero si somos humildes y tenemos el valor de ser sencillos para entrar en la libertad verdadera encontraremos el poder de una fe que sólida. La confianza cristiana es el descubrimiento de esta solidez y esta confianza hace posible el regalo de mí mismo y por lo tanto también trae consigo la tolerancia, la compasión y aceptación. Por este descubrimiento nos hacemos maravillosamente seguros de nuestra existencia y a través de esta seguridad somos empoderados para soltar nuestras defensas para ir al otro. Nuestra Fe es firme, no rígida, porque es una con el eterno fundamento de nuestro ser… (…)
 
La dificultad más importante es empezar, dar el primer paso y lanzarse a la realidad profunda de Dios revelada en Jesucristo. Una vez que hemos dejado la costa de nuestro ser nos encontramos con la corriente de la realidad que nos da dirección e impulso. Mientras más quietos y silenciosos estemos, responderemos de forma más sensible a estas corrientes. Y por ende más absoluta y espiritual se vuelve nuestra fe.  A través de la quietud en el espíritu nos movemos al océano de Dios. Si tenemos el valor de separarnos de la costa no fracasaremos en el intento de encontrar esta dirección y energía. Mientras más nos alejemos de la costa más fuerte será la corriente y más profunda nuestra fe.   Al principio nuestra fe es amenazada por la paradoja que nos hace ver la costa de nuestro destino que se aleja constantemente.  A donde vamos con esta fe más profunda? Cuando llegaremos? Entonces, gradualmente vamos entendiendo el significado de la corriente que nos guía y nos damos cuenta que el océano es infinito. 
 
Después de la meditación, de Theodore Rothke, “The far field”, THE COLLECTED POEMS (Garden City, NY: Doubleday, 1966) pág. 200
 
Aprendí a no temer al infinito
El campo lejano, los acantilados ventosos del por siempre
El morir del tiempo en la luz blanca del mañana.
La rueda apartándose de sí misma
La extensión de la ola 
El agua que se acerca