Miércoles de la primera semana de Cuaresma, 17 de febrero 2016

Después de describir su experiencia mística cumbre en la que fue elevado al tercer cielo (“no sé si con el cuerpo o fuera de él”) San Pablo dice que le fue dada una espina en la carne para evitar que se volviera orgulloso. Presumiblemente era algo que se agravaba y que le recordaba que estaba en su cuerpo con sus limitaciones y contradicciones.


Le pidió a Dios que le sacara esta espina. No dice en qué consistía esa espina así que podemos imaginarnos con libertad cuáles son nuestras propias espinas.  Sin dudas él quería ser mejor, más perfecto, más efectivo. En lugar de eso, Dios le dijo algo que le habrá decepcionado al principio pero luego lo lanzó a una revelación aún más profunda que su experiencia mística.  Se dio cuenta que su misma imperfección y debilidad eran el crisol en la que el poder de Dios podía manifestarse. “Cuando soy débil, soy fuerte”. Él había deseado comprensiblemente quedar libre de la espina para que pudiera ser más fuerte. Pero en lugar de eso, descubrió que, con todo y espinas, él podía ser más fuerte gracias a su debilidad.

Cuando no obtenemos lo que queremos, a pesar de estar seguros de que es lo mejor y correcto para nosotros, enfrentamos este bloqueo a nuestros deseos con una rabieta propia de un niño de dos años.  Incluso más adelante en nuestras vidas nuestro ego se rebela, enojado, con autocompasión o desesperanza, cuando nuestros deseos se ven frustrados. En su peor nivel, a gran escala, conduce a la reacción suicida de la demencia de Hitler en su derrota inevitable, o la guerra actual en Siria en la que el 11% de la población ha fallecido y 70% está desplazada de sus hogares. En ambos casos hay una negación a abrazar la debilidad de la condición humana. La perversa conclusión del ego es que es mejor la muerte que la derrota.

A un nivel individual esta demencia se convierte en auto-desprecio y se manifiesta en una conducta progresivamente auto destructiva. La cuaresma es una oportunidad para revisar si tenemos alguna tendencia en esta dirección. El silencio, una quietud de la mente libre de pensamientos y la simplicidad en las intenciones, es la mejor manera de analizarnos. La meditación nos muestra cualquier parte de nosotros que se encuentre enterrada en un bunker de negación, manifestando inútilmente nuestros deseos contra la realidad del mundo.

Somos seres integrales. Pero estamos conformados por muchas partes. A menudo estas distintas dimensiones no están sincronizadas. Por tanto, podemos tener grandes áreas en condiciones saludables mientras otras áreas pequeñas están luchando contra espinas. Es mejor entender nuestras espinas que extirparlas. La falta de poder en la meditación nos da el poder de abrazar esta debilidad como la fuente de nuestra verdadera fortaleza y de nuestro encuentro con Dios.

Traducción: Javier Cosp Fontclara

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