Segundo jueves de cuaresma, 25 de febrero 2016

Pensaba que sólo me estaba volviendo gruñón cuando tomaba nota de cuán fuerte estaban poniendo la música en los restaurantes. Cuando pedía a los meseros que bajaran un poco el volumen, a veces me miraban como si quisieran comprobar si era de este planeta. Pero ahora me doy cuenta que muchos otros, jóvenes y viejos, también se dan cuenta y sienten lo mismo. Los espacios públicos cada vez más están diseñados para bloquear la comunicación personal y conducir toda conversación sólo a través de los medios digitales.


Para muchas personas en este mundo sobre-estimulado y mentalmente ruidoso, el silencio es extraño y aterrador, es la señal que hay algo malo, un fantasma de pavor. La espiral se acelera. Cuanto más ruidosos somos más ruidosos necesitamos ser para bordear la gran meseta de silencio que parece inhabitable e intransitable. La molestia que nos genera el silencio va en aumento. 

Hay diferentes tipos de silencio y diferentes niveles. El tipo negativo es la negación a comunicarse. Este se genera cuando el enojo o la hostilidad crea barreras entre nosotros y los demás destruyendo la confianza y la natural curiosidad humana hacia los demás que es la base de la relaciones. “No te voy a hablar porque me asustas por el enojo o el miedo que provocas en mí”.

Hay otro tipo de silencio negativo generado por el aislamiento crónico que es cada día más común en la actualidad. Este hace que la otra persona me parezca un fantasma, algo de otra dimensión, de lo cual no tengo interés porque no tiene relevancia. Así que voy a aumentar el volumen de mis audífonos y permanecer con la música o el video que no representa una amenaza porque yo tengo el control completo sobre éste y me bloquea la “otredad” del mundo.

El verdadero silencio es poderoso. Puede sobrevivir al ruido, la distracción y el aislamiento porque es el trabajo de la atención, de hecho, el amor, produciendo el fruto de la conectividad humana en lugar de la digital. La sonrisa humana exhibida e intercambiada en silencio en sólo microsegundos cruza las astronómicas distancias del aislamiento y la alienación, la desconfianza y el miedo. La prueba que podemos coexistir en un silencio amistoso y superar los nervios iniciales o la vergüenza abre el corazón a un tipo único de intimidad libre de todo deseo y miedo.

No hay nada tan parecido a Dios como el silencio, dijo Meister Eckhart.

Las prácticas de cuaresma y el estado de ánimo que deberíamos estar cultivando durante este periodo de entrenamiento espiritual nos predispone a recuperar el significado y el gozo del silencio. Al principio puede involucrar estar menos inmersos en los medios de comunicación. Un ayuno digital. Pero es esencialmente acerca de desarrollar la calidad de la atención que prestamos a cada momento, la claridad de ver y relacionarnos con lo que está frente nuestro. Si meditas seriamente, esto es inevitable. La meditación eleva la conciencia porque fortalece el ancho de banda, la red, del silencio.

 

Traducción: Javier Cosp Fontclara

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