29 de mayo 2016

Fragmento de John Main OSB, MONASTERY WITHOUT WALLS: The Spiritual Letters of John Main (Norwich: Canterbury, 200), pág. 127-128


El don de la visión es la maravilla de la creación. Todos estamos empoderados a ver la realidad dentro de la cuál vivimos, nos movemos y se encuentra nuestro ser. No es un regalo que podamos poseer porque lo estamos recibiendo en forma continua. Al regresarlo, al dejarlo ir, lo recibimos otra vez de forma más plena. Esta es la razón porque mientras más tiempo llevamos meditando más lo hacemos sin demandas ni expectativas. Sin darnos cuenta el saber que Dios nos ha creado para compartir el ser, se posesiona de nosotros. Empero, la luz de la conciencia hacia la cual nos expandimos está completa de formas que la pequeña conciencia del ego nunca podrá (…)

Para aquellos que humildemente caminan en peregrinaje hacia la luz, este es el conocimiento esencial que necesitan. Conocimiento es experiencia. También es la Palabra que una vez pronunciada hace consiente a quien la escucha. Nos convoca a abandonar los viejos patrones fijos y a respirar más profundamente la realidad expansiva y a poner nuestra conciencia más allá de la preocupación por nosotros mismos. Es descubrir que nuestro centro está en Dios. Como llegamos a este viaje es menos importante que lo que hacemos al empezar, es necesario que realmente nos comprometamos. Ese momento de auto-donación, de rendir el ego, es el hoyo en la pared del ego, aunque sea fugazmente al principio, deja entrar la luz. La luz entra cada vez con más fuerza hasta que finalmente vence todo aquello que bloquea la transparencia.

Este momento de compromiso siempre está disponible para nosotros. No es un ideal abstracto, una posibilidad teórica sino una realidad presente accesible a través de la fe. La pregunta es, ¿Estamos lo suficientemente presentes a nosotros mismos para verla, para escuchar la invitación y responder? Cada momento es el momento porque todo el tiempo está lleno de significado divino.

 

Después de la meditación:  Un Fragmento de Andrew Harvey, A JOURNEY IN LADAKH (Boston: Houghton Mifflin, 2000), págs. 92-93

Tomar este río, estás rocas, esta luz, estas montañas cambiando en la luz “por hecho” y a rebelarme en ellas- estoy aprendiendo poco a poco aquí. Estoy aprendiendo a no lanzar nombres a las cosas. Aún cuando escribo o pienso sencillamente roca, río, luz, montaña, empiezo a ver la cosa a través de la palabra, para estar a un lado de la cosa, la roca, esta luz en mis manos, sin miedo o necesidad de hablar.

Las cosas existen en el innombrable. Algunas veces soy libre, o liberado por este paisaje para ver las cosas como son sin desear nombrarlas. Algunas veces, las cocas brillan en el sol al atardecer, o el río destella repentinamente entre las rocas, o dos pájaros se esconden en una ráfaga de luz encima de mí, entiendo que todos los nombres se quedan cortos al brillo de las cosas. Y este entendimiento, mientras dura, es paz.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos