Miércoles de la 2ª semana de Cuaresma, 15 de marzo 2017.

Shakespeare no desperdició su energía inventando historias. Las tramas de sus obras de teatro ya estaban en su biblioteca. El solo tenía que leerlas y mediante el poder de su creativa imaginación transformarlas totalmente, elevando viejos cuentos y “telenovelas” (culebrones) al ámbito de reflexiones atemporales e inolvidables sobre la naturaleza y el infinito, matices interactivos del carácter humano. Sigue leyendo.

En una escena él puede mostrar cómo una serie de personalidades pueden reaccionar diferentemente a los mismos eventos. El también fue un hombre de negocios de teatro y un astuto inversionista y cuando acumuló suficiente para retirarse en la oscuridad de su pueblo natal, así lo hizo. Al igual que Bach, él se convirtió en un genio incomparable al ser más bien un hombre común, siempre perfeccionando su arte, fiel a su don y manteniendo sus pies sobre la tierra.

No todos nosotros tenemos esta clase de talento. Pero todos tenemos el genio de la santidad en nuestra capacidad para la plenitud. La Cuaresma es un tiempo para ser más bien moderado, poco dramático y nada ostentoso. En estos días, nos enfocamos en los pequeños detalles pequeños y rutinas de nuestra práctica y ver qué nos están enseñando al frotarnos, limpiando un poco de la suciedad acumulada de los malos hábitos y volar el polvo de la pereza.

El ego está siendo reparado durante la Cuaresma. Le damos una evaluación de desempeño y le decimos que se comporte mejor. Esto no le gusta al principio, pero unos días después cuando el brillo de la novedad se ha opacado, se pone inquieto y busca maneras de hacerse valer. El puede hacer esto en gorjeos antes del amanecer que nos avergüenzan a la luz del día o durante el día cuando quiere lucirse. La fidelidad a la práctica fácilmente minará estos viejos intentos trillados de ser original.

La originalidad no es algo que podemos manufacturar. Al ego le gusta destacarse al frente y ser aplaudido aún por sí mismo sin la audiencia. Pero si tratamos de fabricar originalidad somos mostrados como de tercera clase. Originalidad, creatividad, la bondad y plenitud que llamamos santidad, tienen que suceder por sí mismas y tiene que tomarnos a todos, a nosotros inclusive, por sorpresa. Jesús nos recordó el primer día de Cuaresma de no estar atento a uno mismo, quitarnos la atención de nosotros mismos.  ¿Podemos imaginarnos cuán sorprendidos y llenos de humildad Shakespeare o Bach se han debido sentir cuando escribieron la última línea o nota de su nueva obra maestra? Porque ellos fueron también seres comunes, han debido sentir una onda de satisfacción propia antes de sentir llegar la próxima ola de la marejada de su imaginación.

La Cuaresma nos ayuda a recuperar nuestra inocencia original. Refresca nuestra capacidad de ser sorprendidos y de vivir en el siempre asombroso presente. Nos hace ver que nuestra vida es una obra de arte y que nuestra forma de vivirla es nuestra propia genialidad. Es por eso que podemos pensar el mantra como una continua Cuaresma.

 

Traducción: Jorge Rago WCCM Venezuela

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