Viernes de la 2ª semana de Cuaresma, 17 de marzo 2017

Un poco más sobre la belleza. Y lo importante que es ver nuestra propia belleza si hemos de actuar y responder correctamente, respetando la belleza del mundo natural y humano. La justicia, la distribución equitativa de la riqueza, la respuesta inmediata a una hambruna, sin importar lo que la haya causado, mantenernos fieles a los principios democráticos que profesamos aún cuando no sea para nuestra ventaja política: estas también son cosas bellas. Sigue leyendo.

Nos salvan del caos, de la inhumanidad y del colapso de los valores civilizados. 

Pero dependen de que hayamos visto nuestra propia belleza. Nuestra capacidad de ver esto es en parte una cuestión de condicionamiento social y psicológico. Esto me golpeó una vez que estaba enseñando meditación en un país asiático desarrollado. Observé a dos estudiantes sentados aparte del resto, mirando y escuchando con un fuerte sentido de distancia del grupo. Luego de la sesión se acercaron y se presentaron tímidamente. Estaban en una beca de negocios y eran de Corea del Norte. Con un buen inglés me dijeron que no habían entendido ni una palabra de lo que había estado diciendo. Eso, pensé, explicaba la manera en la que me miraban durante la charla. Debo haber parecido un extraterrestre. Todos los conceptos que estaba desarrollando eran extraños, ajenos y sin ningún significado. No tenían ningún marco religioso, espiritual o intelectual  para interpretarlos.  

Al menos hasta que me escucharon decir que la meditación es transformadora, porque nos vuelve conscientes y nos pone en contacto con nuestra bondad esencial. Esta es una idea relativamente familiar, incluso un lugar común, para la mayoría de nosotros. Pero para ellos, proviniendo de una cultura de lo que parece ser un paisaje devastadoramente inhóspito, atemorizador y opresivo, donde el arte de vivir es suplantado por el monocromático arte de la supervivencia, esta idea simple los golpeó como un meteorito.    

La Cuaresma es un tiempo donde las habilidades del arte de vivir son refinadas. Se les saca punta a los lápices, se afinan los instrumentos, se enjuagan las palabras. Uno de sus beneficios puede ser que también  nosotros recibamos un shock saludable cuando los lugares comunes se conviertan en percepciones profundas. Mi verdadera naturaleza es una obra de belleza. Resuena con la belleza en todas las formas que me rodean y en las que participo. No soy perfecto, pero sí bello. Mis muchas imperfecciones incluso muestran mi belleza más claramente y quizás más conmovedoramente. Como una mancha, una rasgadura, o una rotura en el diseño de una hermosa alfombra. (No hay belleza que no tenga en ella alguna imperfección).  

Traducción: Carina Conte WCCM Uruguay

 

 

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