19 de febrero 2012

 

Extracto de “Miércoles de Ceniza, Cuaresma 2008” de Laurence Freeman OSB, págs. 2-3, www.wccm.org

La Cuaresma es un tiempo donde se redefine y purifican los sentidos espirituales y se identifican los hábitos o costumbres que los contaminan. Para lograrlo es que emprendemos los ejercicios de esta temporada. 

 

No es un tiempo de autocastigo o represión. Hoy en día especialmente, la psique humana es muy frágil para eso. Pero cuando un amigo toma el coraje de decirte algo que preferiblemente no quieras escuchar, alguna exposición de una falta o deshonestidad en la que hayas sido culpable, ¿no te sentirías (al final) agradecido por su manifestación de afecto e interés hacia ti?  No es condena sino arrepentimiento lo que está trabajando para acelerar el viaje espiritual. Arrepentirse no significa sentirse culpable, lo que sería una pérdida de tiempo y de espíritu. Significa ser honesto, claro y valiente, lo suficiente como para cambiar de dirección.

Antes de cambiar de dirección es mejor hacer una pausa. La Cuaresma es un tiempo, por sobre todo, para dar más tiempo del que normalmente nosotros pensamos ser capaces, a los mecanismos de nuestra vida espiritual. No  se trata solamente de renunciar pero sí de hacer algo más o menos cantidad de veces. Algunas veces se balancean entre sí: menos tiempo para ver televisión, más tiempo para leer, irnos a acostar temprano, levantarnos más temprano para meditar, escuchar las noticias sólo una vez al día, rezar la liturgia más seguido, comer menos y mejor, vivir y comunicarse más sanamente.

Por supuesto, las buenas intenciones tienden a sostenerse cuando son realistas. Es mejor tomarnos nuestro tiempo gradualmente antes de cambiar de dirección o si no simplemente volveremos al principio. El objetivo de la disciplina cuaresmal es revertir el impulso real o implícito del autorrechazo y permitirnos la experiencia de que somos amados para emerger y sentirnos cubiertos. Esta toma de conciencia (cuando sea que venga a nosotros) es de hecho la “Conciencia de Dios”. El cambio del impulso es la quietud. Por eso,

“Quédense quietos y sepan que Yo soy Dios”. (Salmo 39)

 

Después de la meditación. Un extracto de William Wordworth de “Tintern Abbey” de “The Norton Anthology of English Literature, Vol. 2 (Nueva York: Norton, 1979) pág. 156.

 

Ese ánimo bendito,

Donde la carga del misterio,

Donde el peso y el cansancio de la carga

De todo este mundo incomprensible,

Es iluminado, ese ánimo sereno y bendito,

Donde las aflicciones gentilmente nos guían,

Hasta el aliento del cuerpo

E inclusive el movimiento de nuestro flujo sanguíneo

Casi suspendido, nos quedamos dormidos

En cuerpo, y nos transformamos en almas vivientes;

Mientras que con un ojo aquietado por el poder

De la armonía, y el profundo poder del júbilo,

Vemos dentro de la vida de las cosas.

 

Traducción de Isabel Arçapalo